Diego Fortea, miembro del equipo de Alsina en Onda Cero, ha elaborado un podcast fabuloso con la historia de Luis del Olmo en la radio. El verano es largo, fructífero y provechoso para hacer aquellas otras cosas que durante el resto del año es imposible. Sumergirme en la historia del padre de la radio moderna es una de ellas… Y ha ocurrido, como suceden las grandes cuestiones, por casualidad. Una noche de madrugón lo escuché en la radio y es como si la vida toda pasara de nuevo ante mí. No le podré agradecer nunca a Diego la dicha, la felicidad que me procuró el otro día cuando pude escuchar de nuevo la sintonía de Protagonistas, Mari Carmen Vázquez o la evocación del añorado Rúa. Los niños de mi época veían la Bola de Cristal o Tocata en la tele… Yo sin embargo escuchaba la radio como un tonto, con un transistor pegado al oído, pidiendo silencio a mi entorno para que no distrajera de lo importante… Lo que la radio decía.
Ha sido como encontrar el cordón umbilical cuarenta y tantos años después en mitad de la madrugada, Diego. La radio de mi madre, la que me trajo hasta acá, la que sigue viva dentro de mí y da flores de vez en cuando. Es como un jardín perpetuo que me acompaña el resto de mis días… Y, si lo pienso bien, el motor de mi vida, el hálito del sentimiento, la cuerda donde tenía guardado el corazón. Las voces de entonces me retrotrajeron a lo que yo era… Aquel niño de Ciudad Real que se pasaba las tardes todas y también las mañanas escuchando la radio. Grababa el Estado de la Nación para luego ponérmelo cuando llegaba a casa. Y siempre quedaban los sábados para escuchar lo mejor de la semana. Gracias, Luis.
Lo conocí más adelante, uno de los regalos que trae la vida a quienes nos dedicamos a esta profesión. En Toledo, con el Rally Protagonistas… Y me impresionó… Me impresionó sobre manera su carácter, su voz, su figura… Lo abarcaba todo y todo lo controlaba rápidamente. Luis ha creado una escuela que llega a nuestros días y de la que quizá Alsina sea el último discípulo… Aunque siempre salta la sorpresa. Esas voces de la radio de otro tiempo, ante el mejor que hubo con treinta y seis años frente a un micrófono, son una herida en el alma de este final de julio. Ahora sé por qué me dediqué a esto y si lo que hago tiene sentido. Es el cálculo premeditado de un destino a medio abrir. La meta es el camino, dijo Kavafis, y jamás pudo estar más en lo cierto. Escuchar la radio de la niñez, abrió mi cuerpo a otro tiempo, voló el espíritu a los brazos de mi madre y serenó el alma en la aquiescencia de mi padre. Quién se lo habría de decir que terminaría de nuevo en su pueblo, Almagro, haciendo radio… Pero la vida es así… Increíble, desafiante, retadora. Fortea ha sido como el hilo de Ariadna, el recuerdo perfumado del Ulises que somos y el canto de las sirenas que nos distrajeron. Pero Homero lo clavó en el nombre. Odisseo, la historia de una vida que no se acaba nunca.