Ahí están los dos, Illa y Sánchez, el clan de la pandemia, los responsables de que España gestionara la covid-19 con uno de los mayores índices de mortalidad relativos del mundo, en lo alto del pebetero olímpico internacional, en tanto que hemos sido el hazmerreír de medio planeta con la saga/fuga de Puigdemont. La realidad es vitriólica y tiene múltiples ángulos y perspectivas. Desde ese punto de vista, también podría haber empezado el artículo así, de esta otra manera: "Ahí están los dos, Illa y Sánchez, los responsables de que España gestionase la covid-19 con uno de los mayores índices de vacunación del mundo, en lo alto del pebetero olímpico internacional, en tanto que han derrotado al nacionalismo catalán cuarenta años después". En la equidistancia de los dos, está la verdad. Y Puigdemont, en Waterloo, claro.

Lo que parece innegable es que nada de lo sucedido hubiera acaecido sin acuerdo o pacto previo entre los principales actores. Aunque estén de vacaciones, no quieran hablar o estén reparando el Falcon. Marlaska y Robles son hombre y mujer muertos políticamente, achicharrados por esta ola de calor de la inmundicia y el servilismo. Harry Potter hizo su truco de magia delante de todo el mundo y nadie fue capaz de pararlo. A qué esperan para quitar las competencias de seguridad a los Mossos d’Esquadra. Illa y Sánchez tienen un problema. Y es que en política, lo que parece es. Y aquí, desde la portera al ingeniero, se han dado cuenta de que esto estaba tramado, que había conejo en la chistera sobre un bajo fondo y que todos seguimos mandando. El descrédito internacional es tal que hasta se queda corto el soneto de Quevedo: "Miré los muros de la patria mía/ si un tiempo fuertes ya desmoronados/ de la carrera de la edad cansados/ por quien caduca ya su valentía". Si hoy viviera don Francisco, resucitaría a Olivares para que viese que lo suyo no fue para tanto y que su comportamiento fue digno de una hermanita de la Caridad frente a tanta monja rebelde de Belorado. Todo por la pasta, todo para la pasta.

Mientras Sánchez junior busca su sede fiscal y Begoña los papeles del máster, España se desagosta a base de melones y olas de calor. Esta ha sido una más. Cada país tiene lo que se merece y nosotros tenemos esto. Si a la derecha le duele España, ya está tardando en unirse, juntarse y dejar de hacer el ridículo. Su discurso no es creíble mientras se tiran los trastos a la cabeza. La economía aguanta con alfileres, pero el mediano y pequeño está jodido. No puede con las letras ni los impuestos para pagar tanta fiesta. Normal que Alvise arrastre. Bismarck sentenció que España es el país más fuerte del mundo porque lleva toda la vida tratando de disolverse sin conseguirlo. Yo creo que lo es porque resiste como nadie a sus dirigentes. El pueblo español es tan cachondo que pasa en horas de "¡Viva la Pepa!" a "¡Vivan las caenas!" Que nadie esté tranquilo ni seguro porque esto pende de un hilo. Lo peor de todo es que no ha habido relato contra el nacionalismo y lo volverán a hacer. Hay que articular un discurso lógico, emotivo, coherente de España y su labor en el mundo. Una trabazón lógica de los hechos que con su sola exposición seduzca los entendimientos. Siempre estarán los butifarros y piedrolaris, pero de esos ya llevamos encargándonos dos siglos desde el carlismo y más atrás. Si Cataluña y País Vasco son algo, lo son por España. Y eso deben saberlo no sólo catalanes y vascos, sino también el resto de españoles que todavía siguen comprándoles la mercancía. Boadella decía incluso que el catalán era un dialecto del castellano. El único hecho diferencial es que sin Castilla, Galicia, Andalucía, Valencia y el resto, los indepes no tendrían qué cobrar. Por eso, el peor síndrome es el de Estocolmo y hay que combatir ya las falacias. Page puede ponerse a ello y liderar la pedagogía. La verdadera pandemia es el nacionalismo y no puede ser que se sustituya por un trasunto como el PSC o Sánchez atornillado por siete votos. Esta es la fotografía del verano. Pero llega el puente de la Virgen y nos iremos al pueblo, la playa o el cine. A mí me gustaban los de verano, con sesión doble de Pajares y Esteso. En realidad, lo que ha pasado es muy de Los Bingueros. Por eso, no pueden dejar de ser españoles.