El rector de la Universidad de Castilla-La Mancha, José Julián Garde, ha anunciado que volverá a presentarse a la reelección a finales de año. Aprovechó el acto académico de inicio de curso para confirmar algo que le rondaba la cabeza, pero le afligía el corazón. Su única duda ha sido familiar, pues una región como la nuestra te resta dos horas al día en recorrerla, y eso si no haces muchos kilómetros. La presencia de Garde en los cuatro campus que la universidad tiene en Castilla-La Mancha ha sido constante este último tiempo.

Ha querido dejar su impronta de manera discreta, pacífica, pero determinante. Entendiendo el sentido ético de la vida, no le ha importado desgastarse en cada cosa que hacía. Hasta a las suelas de sus zapatos, les costaba seguirlo. No se ha escondido ni rehuido los problemas de una institución que articula como pocas nuestra comunidad autónoma. Si la universidad no existiese, un pilar de la región se caería.

Los rectores han sido cada uno de su padre y de su madre. Desde el vitriólico Zapatero, Luis Arroyo encabezado, hasta el actual Garde, cada uno de ellos ha intentado lo mejor para la universidad. Martínez Ataz correspondía a una persona como Barreda, mientras que Miguel Ángel Collado hubo de tenérselas tiesas con Cospedal.

Defendieron como pudieron lo conquistado y es que una universidad en la Mancha no la hubiese soñado ni el propio Don Quijote. Y, sin embargo, aquí está, compitiendo con cualquiera de España en según qué ámbitos, entre las diez mejores. Con la ventaja de su tamaño, que posibilita clases más personalizadas y menor número de alumnos por profesor. El problema es su estructura. Pero para eso están el rector y su equipo.

Junto a Garde ha ido todos estos años Leonor, nombre de reina, amante y heroína literaria. Va a recibir un premio esta semana en Ecuador antes que en España. Siempre nos cuesta reconocer lo nuestro y el talento de esta mujer es fascinante. Aunque sobre todo me maravilla la actividad, la ilusión de su mirada y la pasión que le pone a las cosas que hace. Así quiero yo a las personas. Con mil Leonores le damos una vuelta a la región que no la conoce ni la madre que la parió.

Pero volvamos a Garde, el rector, barba y bonhomía. Sin él saberlo, mantiene viva la llama de la comunidad. En tiempos tan caóticos como los que vivimos, preservar el alma, el espíritu con el que esta región nació es importantísimo. En el trilerismo de quién se queda la tajá más grande que ahora se lleva, persevera la hidalguía y un sentido de pertenencia que Julián encarna.

La Universidad de Castilla-La Mancha es fundamental porque da músculo al sistema académico español y lo enriquece. Es muy importante en la vida saber el lugar que uno ocupa y Julián lo conoce. Los que somos taurinos, a eso lo llamaríamos sitio. Porque el toro te coloca y el torero ha de saber los terrenos. Por eso ha sido una alegría comprobar que Julián se presenta, tiene fuerzas para seguir y ánimo que derrochar. Y si no, está Leonor, que halla tiempo incluso para escribir libros y hasta firmarlos. Garde se presenta y la universidad lo celebra.