He de reconocer que Emiliano sorprende por más que pasen los años. Conserva intacto su fino instinto político y también preserva la capacidad de dar soluciones a cuestiones en aparencia difíciles. La cita de este fin de semana en Sevilla no era nada fácil, ya que todo lo que sea arrimarse a Sánchez es de consecuencias devastadoras en la región. La prueba la tienen en la cantidad de alcaldes que dejaron de serlo hace año y medio y que, sin embargo, todavía continúan aplaudiéndolo. Allá ellos y su síndrome de Estocolmo.
Emiliano se quedó a la puerta, con los periodistas, a los que mejor conoce y con quienes mantiene buen trato. Creó un parlamento de diez minutos el viernes y otro el sábado. Ya el domingo era mucho y se fue alegando compromisos personales. La última vez que estuvo con Pedro en un acto del Psoe fue el mitin de Puertollano y allí le soltó en su jeta que con los de las pistolas, ni a la vuelta de la esquina. El “querido Emiliano García-Page” de Pedro Sánchez de su discurso final podría sonar como un “deja ya de tocar las pelotas”. Pero, por lo visto, Page no tiene intención. Con la cara de niño pillo que hoy todavía conserva, espera a la puerta de su casa para ver el paso de la comitiva.
Hay que reconocerle capacidad de inventiva y, desde luego, supervivencia. Es el único que se atreve a poner el cascabel al gato en un partido que ha claudicado de todos sus principios ante Amado Líder. Y su esposa, claro, a la que aplaudieron como si fuera la de Nelson Mandela. Ver a Chaves, Griñán y Zapatero juntos fue como un laxante del peor tipo. Dosis de bicarbonato enteras no bastan para hacer la digestión de semejante serial. Clara Mesones ha recordado aquí que Pedro dijo que esperaba gobernar otros siete años más para salvar a la Humanidad de la derecha. Y dos huevos duros, habría que indicar. Cuando el mesianismo se apodera de una organización de tal manera, no queda redención posible. Irán cayendo los escándalos como las tapas de los yogures y hoy la democracia queda en manos de los jueces y la prensa crítica.
El Psoe se desliza como en la República, hacia la legitimación de la batalla por encima de las instituciones. Da igual lo que se piense y ocurra, que lo que no sea de izquierdas, es de derechas e ilegítimo. Aunque sea el propio Estado de Derecho con su separación de poderes el protagonista. De ahí la campaña de desacreditación de los jueces y entronización peronista. Pese a lo que piensen muchos socialistas, así no se va ni a la puerta de la calle. La vida te pone en su sitio por más que te bunkerices. Las manos quemadas pueden ser miles, con una pulsión arrasadora entre acólitos. El Gobierno se mete en las carteras y las camas de los ciudadanos para hacer limpieza de sangre y purga ideológica. Manda al fiscal si hace falta y sacrifica lobeznos en su nombre.
Sin embargo, cuando no queda nada, sólo resta el victimismo. Al salir de Sevilla, el dinosaurio continuaba ahí. Y sólo un hombre, EGP, estaba a la puerta para decirlo.