Padre Tajo
Me contaba hace unos días un viejo amigo de la infancia del barrio de la Solana que, cuando era un niño y estudiaba en el colegio un poco de Geografía, año a tras año el maestro de turno, cuando llegaba al punto en que tenía que aprender sobre los ríos que cruzaban nuestras tierras, presentaba al Ebro como el más caudaloso y al Río Tajo como el más largo de la península. A mi amigo, con eso de que es muy sentido con aquellas manifestaciones naturales o artificiales de la patria chica desde que era bien pequeño, se le henchía el pecho al saber que vivía junto a uno de las corrientes fluviales más importantes de la península. Se podía sentir orgulloso y muchas veces se imaginaba navegando por el río hasta la ciudad de Lisboa. Porque sí, porque nuestro río llegaba hasta la capital lusa y desembocaba en el océano Atlántico, cosa no baladí para un niño que quería presumir del lugar donde vivía, frente a amigos de otras ciudades que venían a pasar las vacaciones de verano.
Pasado el tiempo llegó al instituto, aquel que lleva por nombre el de un personaje ilustre nacido en Talavera, tal como fue el Padre Juan de Mariana. Allí tuvo un profesor de literatura que tenía como máximo objetivo que aprendiera a apreciar una obra de la literaria universal muy cercana a nosotros: La Celestina. Muchas veces, y otras tanta más, al contextualizar dicha obra exponía la importancia de Talavera de la Reina en otras épocas más gloriosas y nos presentaba al Río Tajo como el “padre” natural de la propia ciudad y de sus habitantes, el cual daba de beber y regaba sus fértiles vegas desde hacía milenios. Cierto es que mi amigo se interesó por la historia local, por sus raíces, y se fue haciendo a la idea de la importancia agrícola que tiene la comarca de Talavera debido a las aguas que la riegan y que nuestro río incluso llegó a tener un proyecto de navegabilidad en tiempos de Felipe II.
Por azares de la vida, cuando cumplió la mayoría de edad, se mudó de vivienda junto con sus padres a un lugar privilegiado. Desde la nueva ubicación podía contemplar los tres puentes que por entonces cruzaban nuestro río y de sus aguas vio proclamarse campeón de Castilla-La Mancha a su hermano mayor en categoría C1, perteneciendo al Club de Piragüismo Talak, el cual ahora nos da grandes deportistas de élite. Sí, esos mismo deportistas junto a los que nuestros les gusta tanto hacerse la foto de turno como si ellos fueran los artífices de sus logros deportivos. Poco a poco, mi amigo fue desarrollando un gran sentimiento de apego al monumento natural que supone el río, sintiéndolo como propio e identificándose con él como un todo donde todos los talabricenses cabíamos. Me explicó que las identidades colectivas, es decir, la suma de una serie de elementos en común que tienen las comunidades de individuos y que conforman los intereses y la cultura de una ciudad, una comarca o una región, se basan en una serie de identificadores comunes: tales como costumbres, prácticas, rituales y símbolos; entre estos últimos, lugares e hitos naturales como nuestro “Padre Tajo”.
Pero poco a poco, con el devenir de los años, el Padre Tajo comenzó a sentir síntomas de una enfermedad que lo ha llevado a agonizar. Cierto es que la sequía de los últimos años y el aumento de las temperaturas son causas más que suficientes para que el río no se muestre con el ímpetu de antaño, pero a esto hay que sumar durante mucho tiempo el denominado Trasvase Tajo-Segura y el aprovechamiento del Alberche para la zona de Madrid. En tal gravedad se encontraba que hubo un momento en que la sociedad talabricense y todos aquellos que sentían algo por el Tajo en general, unos 40.000 aproximadamente, se echaron a la calle para protestar allá por el año 2009 independientemente de las siglas, las banderas y las ideologías. Allí estuvo mi amigo.
- ¿Qué queda de aquello? -me pregunta.
- Lodo, algas, mosquitos, botellas, bolsas y espuma blanca-, contesto yo.
Pero me explica que lo peor de todo y lo que más le duele no es el estado en el que se encuentra el río, porque eso puede remediarse, dice, aunque últimamente [se está haciendo eco la prensa nacional e internacional de la muerte del mismo. Lo que peor le está sentando es que los propios talabricenses han bajado los brazos y están perdiendo esa identidad cultural y sentimiento de apego hacia lo suyo. Esto, me comenta, pudo comprobarse en la [última concentración en defensa del río, a la que apenas asistieron 40 personas. Y aún hay algo peor que le hace sentir asco y vergüenza por partes iguales: las mentiras sistemáticas a la que nos somete el Gobierno local al decir que ellos recurrían ante la justicia los continuos trasvases que se vienen realizando, resultando después que todo era una burda mentira; con la grandísima caradura de presentarse ante una reunión celebrada por los alcaldes de las localidades ribereñas afectadas como si nada, como si fueran lo más indignados por la situación; con la absoluta desfachatez de no sumarse a una denuncia que la Fiscalía ha aceptado por parte de ciudades tan importantes como Aranjuez o Toledo por el estado del río; con un compañero delegado del Gobierno que arremete contra aquellos que quieren denunciar la situación, por… mi amigo calla y mirando al río me pregunta:
– ¿No te parece motivo suficiente para pedir la dimisión de alguien?
- …puede ser, no sé…- contesto.
– Pues a mi padre no se le miente ni se le mata, alguien debe responder por ello.
David Morales, de SOS Talavera