Los ciudadanos tenemos derecho a opinar sobre la vida pública
A veces las redes sociales nos hacen escribir y opinar a vuela pluma, como se decía antes. Pero normalmente -al menos yo lo intento- ponemos por escrito ideas que tenemos bastante interiorizadas y que defendemos. En bastantes debates, de estos “cuerpo a cuerpo”, se reciben dardos o simplemente consejos sobre lo que uno debe hacer. Hoy, con mayor tranquilidad, voy a explicar algunas de las cosas en las que creo.
La verdad se busca entre todos. Y para los cristianos, la Verdad es lo que nos da la libertad más profunda. Pero en muchos temas de la vida cotidiana, políticos, técnicos y ciudadanos deben buscar el bien común, lo mejor para las personas, que no tiene porqué corresponder a la mayoría de la población. Lamentablemente demasiadas veces las decisiones las toman exclusivamente los políticos, desoyendo a los técnicos y no contando con los ciudadanos ni con los expertos. He escrito a veces que es necesario mirar en la misma dirección… En mi vida profesional tuve distintas responsabilidades, en unos casos políticas y en otras técnicas; y siempre intenté buscar soluciones consensuadas y de sentido común y algunas veces tuve que enfrentarme a los responsables políticos para hacerles ver el error que estaban cometiendo. No es momento ahora de recordar casos concretos, pero han sido numerosos en mi trayectoria. Aprendí de un político, a quien sigo apreciando, que había que gobernar en coalición con la sociedad. Algo que aunque ahora se continúa diciendo en ocasiones se utiliza poco. Desde luego esa actitud no es la práctica que observo en el Ayuntamiento toledano, en el Gobierno regional y ni siquiera en las Cortes regionales. Se hace, eso sí, mucho teatro, mucho juego floral sobre la participación ciudadana e incluso adornada con organismos o sistemas que teóricamente inducen a esa participación o la posibilitan. Pero, realidades, escasas.
Hace muchos años clamé por la regeneración política. Pero luego se olvidó esa importante necesidad de la vida pública. Ahora vuelve a ser realmente urgente. Está en juego el propio sistema democrático. Un cansancio atroz por el clima de corrupción, unos privilegios consolidados de la clase política y un olvido fundamental: la política es un servicio a la sociedad y no una búsqueda de privilegios personales o partidistas. El espectáculo verdaderamente circense y de maleducada confrontación que demasiadas veces ofrecen el Congreso de los Diputados o nuestras Cortes regionales, no ayuda a la sociedad, especialmente a los jóvenes, a tener una mayor consideración de la vida política y les sume en un gran desencanto, en una actitud de desprecio de la actividad política. Las autoridades, los gobernantes, tienen que dar ejemplos que sirvan a los ciudadanos, que animen a las personas a creer y valorar la vida política y las propias instituciones.
Pero estar en un puesto público o simplemente en un partido político no es la única manera de participar en la vida pública y de intentar contribuir a mejorar nuestra sociedad. Yo soy un hombre sin partido: nunca lo tuve ni podré tenerlo, porque es difícil encontrar un partido que se amolde a mis ideas y principios. Como dijo Don Miguel de Unamuno cuando le preguntaron sobre su adscripción política, él contestó: “Yo soy unamuniano. Y el día que se apunte alguien a mi partido yo me borro”. Y en otro momento expresó: “Hacer política es, ante todo y sobre todo, hacer opinión pública, fraguar conciencia colectiva, y no hacer elecciones. Y usted, al preguntarme si iba a entrar en la política, lo que me preguntaba es si pienso alistarme en un partido político, sea el que fuere, con vistas a un acta de diputado o senador”.
En definitiva, que tenemos la posibilidad de hacer política, de contribuir a la vida pública, desde fuera de los partidos políticos. Respeto y valoro a los partidos políticos y en todos encuentro aspectos que me gustan y otros que me desagradan profundamente. Pero hay una diferencia entre estar en la política activa o en la “barrera”: quienes están en política tienen la obligación de buscar soluciones, resolver problemas, dialogar, diseñar consensos… Cuando un político, sea concejal o consejero, se excusa diciendo que es “muy difícil” tal vez no tiene talla para estar en ese puesto o simplemente no lo merece. Los políticos tienen que ser maestros en resolver lo difícil, a veces con pocos recursos económicos. Pero siempre diciendo la verdad y comunicando a los ciudadanos las causas o razones que impiden lograr un objetivo o solucionar determinados temas. Lo de echar balones fuera debe quedar para los partidos de fútbol. Recientemente lo ha expresado con contundencia el papa Francisco, en su Mensaje para la 52 Jornada Mundial de la Paz:” Cada uno puede aportar su propia piedra para la construcción de la casa común. La auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales.”
Quienes estamos en la barrera, sólo somos observadores. Es cierto que muchos ciudadanos prefieren estar en el sillón de su casa, alejados del “barro” y del debate; otros hemos optado por seguir colaborando en la mejora de la sociedad. Lamentablemente, a los políticos en activo no les gustamos nada los observadores que opinamos desde la "barrera". Y es más difícil cuando vivimos en una ciudad pequeña y descubrimos los comentarios que hacen sobre nosotros…, porque quizá no entienden la libertad de expresión y el pluralismo ideológico y social.
La sociedad no es uniforme. Por eso las mayorías absolutas no son buenas, desde mi punto de vista, porque se toman decisiones que demasiadas veces no consideran el bien común sino el de un sector de la sociedad. Por eso, los “observadores”, los ciudadanos normales y corrientes, no podemos presumir de tener soluciones milagrosas; seríamos engreídos y farsantes. Debemos ser humildes, pero tenemos derecho a decir lo que pensamos y a intentar contribuir a mejorar la sociedad en la que vivimos.
Digo esto porque últimamente algunos amigos, o simplemente conocidos, me insisten que debería militar en un partido e incluso presentarme a elecciones. Los hay más osados que incluso van comentando mis adscripciones políticas concretas. Y quiero decirlo alto y claro: pienso honestamente que cuando uno se jubila, debe estar jubilado. No es momento de intentar cambiar la vida pública desde puestos de responsabilidades políticas. No critico que otros lo hagan (allá ellos) pero yo no. Soy un ciudadano que vive en Toledo, en España; y observo cada día lo que me rodea. Y este observador se convierte en un ciudadano que opina, escribe, piensa, comparte... Nada más. No me siento imprescindible para nada ni para nadie; si acaso para mi familia, y para aquellos que en momentos concretos puedan precisar mi ayuda de cualquier tipo. Incluso en temas como los que mejor conozco, las bibliotecas públicas, creo que he dicho todo y más de lo que pienso y se debe hacer. Que los políticos sean tan indiferentes a aplicar unas políticas es cosa de ellos. Ahora, ¡que nadie se enfade porque un jubilado siga escribiendo! Me estoy empezando a hartar de todos los poderosos que se quejan que yo siga escribiendo: lo he hecho desde mi juventud y mientras Dios me conceda un poquito de sabiduría y de fuerzas seguiré opinando.
Amo Toledo y me siento un privilegiado por poder vivir en esta maravillosa ciudad, no exenta de graves problemas. Apoyo la vida, y por ello el aborto me parece un drama: Defiendo la familia y critico que los gobiernos estén haciendo tanto en su contra y muy poco en su favor. No me gustan las fronteras y me duelen las muertes de los centenares de emigrantes que intentaron arribar a nuestras costas y cómo tienen que sobrevivir los que llegaron con vida. Me sobrecogen los desahucios y ver a las fuerzas de seguridad arrastrando a ancianos. Estoy a favor del Estado de las Autonomías pero en contra de las desigualdades crecientes que existen entre los ciudadanos de unas y otras regiones. Creo que la Cultura debe ser una prioridad política, y especialmente las bibliotecas públicas, como derecho universal de todos los ciudadanos; y que hay que propiciar un modelo de cultura que anime a crear, compartir, soñar, participar... Defiendo un urbanismo que responda a un modelo de ciudad y no sólo a intereses empresariales o políticos. Exijo a los gobiernos que utilicen la publicidad institucional como un servicio público y no en beneficio partidista. Y me desmarco de los medios de comunicación que se convierten en portavoces del gobierno de turno y no acogen las opiniones del discrepante… También me duele que el portavoz del Gobierno regional desprecie a algunos ciudadanos sólo por haber cometido el “delito” de mostrar posturas u opiniones contrarias a las actuaciones del Gobierno; e igual me ocurre con algunos periodistas que insultan a personas por no coincidir con sus diagnósticos. Eso se llama prepotencia. Y así podría seguir narrando las cosas en las que creo y amo o las que combato.
Vivimos en un Estado democrático pero a quienes gobiernan no les gusta que haya ciudadanos que opinemos libremente, sin intereses. La nuestra es una democracia formal, pero demasiado influida por la partitocracia y por los intereses privados. Así que NO, no voy a ir en ninguna lista de partidos. Me llevo bien con la mayoría y en todos los partidos encuentro personas valiosas y sanas y también mediocres que basan su vida en la obediencia ciega al líder; igual que cosas que acepto y me parecen bien y otras cuestiones que detesto y no puedo compartir. De una de mis maestras escuché que una de las peores y más graves corrupciones es situar a mediocres en puestos de responsabilidad pública. Soy un hombre sin partido que intenta ser independiente y libre. Así que cuando me vean con personas que militan en determinados partidos, de izquierda o de derecha, que nadie piense que me estoy "arrimando". Es que se necesita una política con voluntad de Pacto, en todo. Y es necesario conversar, buscar soluciones desde distintas ideas y posiciones. Allá esos políticos que deciden, con soberbia, que no hablarán con determinados grupos o partidos. Sobran las ocurrencias de políticos que solo piensan en ganar elecciones, aunque sea aprovechando los recursos públicos en beneficio de los propios partidos o candidatos.
En fin, son algunas de mis ideas, tal vez equivocadas, pero en conciencia es en lo que creo y defiendo.
Juan Sánchez Sánchez. Historiador y bibliotecario