Cuando la muerte nos lleva, cuando el silencio se vuelve tan eterno como bronco, cuando lo inevitable sucede, siempre vuelven a la memoria los momentos de otro tiempo.
Rubalcaba fue un político sagaz, tan inteligente como honrado, tan socialista como patriota, tan hombre de Estado como hombre de partido. Un hombre con visión certera, la que distingue a un político del simple gobernante, la que hace poner al Estado al servicio del conjunto de la Nación.
Rubalcaba entra hoy, por derecho propio, en la historia de los grandes hombres de España, cuyo modelo y concepción siempre tuvo en la cabeza. El fue el padre de la Declaración de Granada, adelantando una vía de solución al eterno problema territorial de España.
Rubalcaba entra también en la galería de socialistas ilustres esos que han engrandecido a lo largo de ciento cuarenta años las raíces del PSOE y que inauguró Pablo Iglesias Pose.
Hoy, cuando la política se degrada y la política de lo fácil, del argumentario y del absurdo, -a veces, de la mezquindad-, y de la ambición desmedida toma las redes sociales, los foros o las tribunas, despedimos a un político de los de siempre, un político reflexivo, sencillo, a veces sarcástico pero siempre lleno de valores humanos, con criterio, con sentido de Estado. Ese hombre que desenmascaró la lamentable farsa del Gobierno de Aznar en el aquel doloroso y luctuoso 11-M y que contribuyó decisivamente al final de ETA, a pesar de los durísimos e injustísimos ataques que recibió de grupos, medios y personas, más montaraces que responsables.
Ausente de la política, pero sin olvidarla, se retiró discretamente a su mundo de la química, una ciencia de elementos que combinados, y extrapolados a la realidad social, nos descubren que política y química, aparentemente tan dispares, no son ciencias diferenciadas.
España y los socialistas tienen una gran deuda con él. “Los españoles enterramos muy bien”, dijo Rubalcaba cuando adivinaba cercano el fin de su tiempo político. Ahora se trata de que la historia le rinda la justicia debida y que le entregue a la tierra con el honor y el reconocimiento que merece.
Él DESCANSARÁ EN PAZ, pero los mezquinos que le vilipendiaron ayer, o aún le vituperan hoy, jamás tendrán la paz que han de tener siempre los hombres y mujeres de conciencia limpia.
Fernando Mora Rodríguez. Politólogo. Secretario de Trasparencia y Participación Ciudadana de la CER del PSCM-PSOE