En estos días hemos asistido, con mucho interés, a los resultados y propuestas resultantes de la cumbre del clima de Nueva York (23 de septiembre de 2019) con participación de una representación de 500 jóvenes de todo el mundo, liderados por la activista sueca Greta Thumberg. Se dice que la mayor movilización por el clima, donde los jóvenes interactuando con los dirigentes y responsables políticos han presentado un Manifiesto a la ONU .

El discurso indignado de la joven Greta por la pasividad de dirigentes y empresas ante la situación, dejó sin palabras a los representantes políticos de los 70 países presentes.

La ONU ha confirmado la destrucción del planeta; el nuevo informe presentado en esta cumbre alerta de la desaparición de la capa de hielo del Ártico, del aumento de las muertes por contaminación del aire en determinadas urbes y de la extensión del desierto en regiones cada vez más amplias.

En concreto, y según el mismo informe, en el 2050 unas 4.000 personas vivirán en tierras desertificadas en África y el sur de Asia, y cada año fallecen siete millones de personas, debido a la contaminación del aire: Además, para el 2050 la primera causa de muerte en el mundo será directamente provocada por la resistencia a los antibióticos, debido al mal uso de los mismos, a los contaminantes vertidos en el agua y a los gases tóxicos.

La solución para la ONU consiste en reducir de forma drástica la emisión en la atmósfera de gases tóxicos emitidos no solo por vehículos, sino por las industrias y nuestras calefacciones. El informe insta a una reducción del 40% de los gases tóxicos para el 2020 y del 70% e 2050, para lograr frenar el aumento medio de la temperatura en 2 grados, según la Cumbre de París (2015).

Se ha estimado que el coste para llevar a cabo estas medidas hacia la descarbonización asciende a 19,5 billones de euros, pero el coste de no actuar será mucho más elevado (47 billones de euros). Por ejemplo en gasto sanitario para tratar las enfermedades y muertes derivadas de la contaminación.

La ONU considera insuficientes los planes de recorte impuestos en París y ha exigido a los países participantes un mayor esfuerzo y que cumplan las promesas pactadas, incluido el dinero que los estados se habían comprometido a ingresar en el Fondo Verde.

En algunos estados con mayor potencial económico empiezan a realizar serios esfuerzos; así 12 países han asumido compromisos con el mencionado Fondo Verde.

Si realizamos un balance de los compromisos más importantes adquiridos, 77 países reducirán sus emisiones a cero neto para el 2050, aunque algunos de los principales (Francia, Alemania o Reino Unido) han reconocido públicamente que no saben muy bien cómo conseguirlo. 70 se comprometen a impulsar los planes del Acuerdo.

China anuncia que seguirá un camino de alto crecimiento de calidad y desarrollo bajo en carbono (un tanto inespecífico), o Francia avisa que no firmará ningún nuevo acuerdo comercial con países que no se ajusten al acuerdo de París. La Unión Europea ha anunciado que dedicará un mínimo del 25% del próximo presupuesto de la UE a actividades relacionadas con el cambio climático. Rusia anuncia su adhesión a París, noticia de gran calado y que viene a engrosar el número de estados a 187.

La ausencia de China en la Cumbre, siendo el país con mayor emisión de gases de efecto invernadero, puede ser un dato que refleja el alcance relativo de esta Cumbre convocada por la ONU y sus posibilidades de éxito. China no ha señalado unas medidas concretas, ni a partir de cuándo las pondrá en marcha, y otro de los grandes estados contaminantes, India, ha eludido responder al compromiso de reducir su dependencia al carbón (descarbonización), y se ha limitado a apuntar que incrementará el uso de las energías renovables. Para finalizar con este apartado, que sin duda nos deja con mal sabor de boca, señalar que tres de los cuatro países con los mayores planes de expansión del carbón –India, Turquía y China- aún siendo invitados a exponer sus planes de actuación en la ONU, parecieron hacer mutis por el foro, en el sentido de eludir compromiso serio alguno.

La ONU ha demostrado una vez más su debilidad, en un tema tan grave como el que era objeto de la Cumbre: el cambio climático. A la vuelta de la esquina nos espera la capital escocesa; en la cumbre de Glasgow (diciembre de 2020), y en este evento tendremos que rendir cuentas sobre si los objetivos marcados en París se han logrado.

Cualquier excusa ha sido suficiente para aparcar la cuestión del cambio climático en la mesa de las negociaciones. Hace 4 años el terrorismo –París, Londres, Niza, y Madrid unos años antes, 2011-, la crisis financiera y económica mundial, y en estos tiempos el Brexit, o variopintos dirigentes populistas con demasiado poder en sus manos (USA, Brasil, Corea del Norte, Rusia, Turquía…).

Estamos avanzando pero no con la urgencia y determinación que necesitamos, ha afirmado el experto y economista del Reino Unido Lord Nicholas Stern, presente en estas cumbres. Que ha afirmado que los próximos 20 años van a ser los más críticos de la historia de la humanidad. En este periodo la economía mundial se duplicará, y lo mismo las infraestructuras, como el espacio que ocupan las ciudades, donde se agrupará el 75% de la población mundial y se generan el 75% de estas emisiones perniciosas. En este periodo tenemos el reto de reducir las emisiones en un 40%, y eso para un escenario estimado de aumento de las temperaturas de 2 grados, significativamente por encima del “techo” deseable de 1,5º. Es decir, estamos hablando de reducir las emisiones en casi la mitad mientras doblamos la economía, situación harto complicada salvo si acometemos un cambio radical en el modo en que producimos y consumimos, un cambio de economía.

Si continuamos por este camino de la inacción el coste del cambio climático alcanzará el 5% del PIB, es decir, el coste económico del incumplimiento de estas medidas será superior al de la acción. No se trata de alarmismo, antes al contrario estas llamadas de atención se han quedado cortas.

En esta situación las ciudades, gracias a un mayor sentido de comunidad y de identidad, están marcando el camino y han tomado el mando en esta situación crítica con serias medidas e incómodas restricciones para el acceso en las capitales más contaminadas. Los fabricantes de automóviles afirman que la era del motor a combustión está tocando a su fin.

Jesús Romero Guillén. Cirujano humanista