Joven, barbudo y desaliñado, esquelético, a la búsqueda de un mesías imposible, desoyendo a un mundo enfrentado en bloques inexpugnables, el capitalismo y el comunismo como altares divinos, caí en las manos del surrealismo, que era una escapada profunda de la realidad hacia algún lugar oscuro de adentro que todavía nadie ha encontrado, a pesar de que Freud mostró el camino misterioso. Una noche de cubatas y sombras, harto de leer y no encontrar respuestas, lucieron en mi mente unas palabras de André Bretón que había leído demasiado deprisa. "La rebelión y solo la rebelión es creadora de luz, y esa luz no puede tomar más que tres caminos: La poesía, la libertad, y el amor". La poesía rebosaba en mi estantería en esos libros con dibujos de Jesús Munárriz en Hiperión, cuánta poesía alemana de intensidad emocional y lógica, y negros de Visor abrumados por las vanguardias, todos manoseados y bebidos, impregnados por la luz del flexo en demasiadas noches de insomnio.
Pero el surrealismo se me cayó de la cabeza, porque sentía que no me llevaba a otro lugar que a la confusión persistente. La expresión del subconsciente sin una lógica expositiva muestra una palabrería absurda. Tenía la sensación de estar perdiendo el tiempo, aunque no supiera para qué quería el tiempo. Sin embargo, me pasó como a Jacques Prévert, que, aun despreciando sus caminos, me quedó de esa revolución la confianza en las palabras. Por eso, aunque he renegado del surrealismo, no puedo dejar de reconocer que un sentimiento que engloba libertad y palabra me viene de él, y ello me ayuda a sentirla como la fuerza de un acto, o como el poder del conjuro que tenía en los pueblos primitivos. Como dice Danilo Kis, enHomo poeticus, en su ensayo sobre Prévert, ese valor de la palabra significa que decir "querer" significa "querer", y decir "vivir" significa "vivir".
Vano intento éste en el tiempo actual, en el que hemos perdido la confianza en las palabras. La pulcritud del idioma, aun con su complejidad y variedad de significados, ha sido dilapidada por multitud emisores, en unos casos ignorantes, y en otros interesados en tal prostitución. Se han aprovechado de bellas palabras con intereses personales confesables o inconfesables. Ni "política" significa "política", ni "amor" "amor", ni "libertad" "libertad" ni "pueblo" "pueblo". Unos y otros las manosean despreciándolas, de tal modo que hasta he escuchado al tipo de Vox criticando la exhumación de Franco con la palabra "libertad". Esto es solo un pequeño ejemplo. Podría llenar toda la página con lo que unos y otros trajinan perdiéndole el respeto a ese valor, o conjuro, primitivo de algunas bellas palabras que todos sabemos, sentimos y entendemos.
Manuel Juliá