Todo surge tras una llamada telefónica a mi oficina. Sonó el teléfono y escuché la voz de una chica preocupada por un grupo de personas que pernoctaban por los alrededores de su vivienda. En ese momento pensé que le molestaría que durmieran ahí, que querría quitárselos de encima y no sabía a quién acudir. Cuál fue mi sorpresa cuando me preguntó con vergüenza que no sabía cómo dirigirse a ellos, qué preguntarles, sobre qué temas entablar conversación, ni cómo podía ayudarles. Esta duda la tiene la gran mayoría de la población y cuando no sabemos qué hacer ante una situación, la respuesta es la ignorancia con respecto al tema.
Todavía siguen siendo más de 40.000 personas en situación de sin hogar en toda España. Es impactante que estas cifras no estén en primeros planos de los debates políticos, ni en las secciones de noticias de los telediarios, ni que sea un tema que se trate en las conversaciones diarias entre amigos o conocidos, aun más preocupante si somos conscientes de que esta cifra sigue creciendo.
La población se ha acomodado en la afirmación de mitos como: el que está en la calle es porque quiere, son todos consumidores de sustancias, se lo han buscado, se lo merecen, etc.
Somos muy valientes cuando estas palabras salen de nuestra boca - digo nuestra boca, debido a que quiero creer que se piensa y no se interioriza de verdad, simplemente lo decimos - ya que simplemente son especulaciones que inventamos para que nuestra conciencia se quede tranquila.
Tenemos que ir poco a poco desmontando mitos sobre las personas sin hogar, ser conscientes de que cada cual elige vivir como quiere y que otros muchos no tienen ni la posibilidad de elegir.
Otro de los problemas que nos encontramos con respecto a este colectivo es su estigmatización. Se enfrentan a graves prejuicios, lo que hace más difícil hacer frente a las adversidades que se le van presentando, debido a que están en la base más vil de nuestra sociedad, sufren las miradas de la gente, que los señalen, sobreviven alimentándose y vistiéndose con lo que nosotros no queremos o desechamos.
Comencemos la lucha y caminemos hacia una utopía, porque como dice Eduardo Galiano, la utopía sirve para caminar.
María Espejo Garrido. Graduada en Trabajo Social