Una falta por detrás hace unos días, en la final de la Supercopa española, está provocando un debate moral. Al final del partido, con empate a cero en el marcador y pocos minutos para reaccionar, un delantero de uno de los equipos se escapó con el balón hacia la portería contraria con muchas oportunidades para marcar. Un jugador del equipo contrario le persiguió y le hizo una falta por detrás, derribándole, para evitar el peligro. Siguiendo el reglamento vigente, el infractor fue expulsado por la acción, pero su equipo evitó la derrota.
El jugador expulsado pidió perdón por su acción, pero fue felicitado por los miembros de su equipo, incluso por el entrenador del equipo rival. La competitividad del fútbol profesional lleva a considerar que en este caso los medios empleados (la falta por detrás) son proporcionados al bien conseguido (evitar el gol en los últimos minutos de una final).
Pero si llevamos la situación al fútbol no profesional, las cosas no están tan claras. Imaginemos un equipo infantil. ¿Debe el entrenador felicitar a un jugador que derriba a otro porque está a punto de meter un gol? El deporte es un ejercicio de superación personal y colectivo dentro de unas reglas de juego. ¿Es justificable incumplir las reglas del juego, incluso asumiendo el castigo por ello, si así se derrota al rival?
No nos engañemos, los niños imitarán lo que hagan los profesionales. Luego nos quejaremos de la crisis de valores y de la falta de escrúpulos en la política y la economía, pero… ¿no vale la pena una expulsión por ganar el partido? ¿Y mentir por ganar unas elecciones? ¿Y sobornar por ganar un negocio? Es maravilloso que el fútbol nos pueda enseñar algo de moral. Lo bueno debe estar siempre por encima de lo útil en nuestra escala de valores, en un entrenamiento y en una final. Incluso en casos de legítima defensa: no se puede cometer un mal seguro para evitar un mal probable. ¿Seguro que iba a ser gol? ¿Seguro que ese gol iba a ser definitivo? ¿Perder una final es tan terrible?
Los valores del deporte son muy valiosos para la vida social. No fomentemos el deporte sin valores.
Areópago es un grupo de opinión, con sede social en Toledo, formado por un conjunto de cristianos que desean hacer llegar su voz a la sociedad para poder entablar un diálogo constructivo sobre temas actuales de interés para todos