1917: Sam Mendes, Kirk Douglas
Todo pasa y todo queda. Puedo equivocarme, pero salí del cine con la idea de que acababa de ver algo parecido a una obra maestra: “1917”. La admirable película de Sam Mendes, al margen del prodigio técnico que citan los expertos, lleva inoculado en vena el alma del gran cine de género bélico, que siempre es un canto general contra la guerra. Pese a todo, una declaración de amor a la vida. Me ha parecido que Mendes rinde a su manera homenaje a “Senderos de gloria”, el clásico imprescindible y luminoso del gran Stanley Kubrick que protagonizó Kirk Douglas, el coronel Dax íntegro y pacifista: de pronto el mundo nos pone todo en uno delante de los ojos y conecta aquel terrible y lejano 1917 con ese 1957 en blanco y negro y, en pirueta celestial, con este arranque de 2020 que en estos días llena los periódicos de crónicas fílmicas que tanto nos hacen soñar. Es la fascinación del cine y la memoria, la magia a la que tanto queremos. El relato, la fotografía, la vida contada. El sol del membrillo, la luz. La película de Sam Mendes, como antes la de Kubrick, ya está en la historia de este arte séptimo de crear historias y llevar a la gente a todos los universos posibles, reales o inventados.
Fascinación por Beth Hart
Reconozco que Beth Hart me tiene deslumbrado en todos los sentidos. Estaba en mi corazón musical pero tal vez anduviera agazapada en algún rincón del olvido. ¿Cómo haber traspapelado esa tristeza en los ojos? Demasiados ídolos en mi cabeza, poco espacio para tanta estrella, aunque un día fue necesario empezar a tomar decisiones propias. A poner la verdad que da la naturaleza en lugar de los clichés que salían en las revistas de colorines de la adolescencia e incluso un poco más allá. Amo la música popular y otras cuatro o cinco cosas más y tengo que rendirme a la evidencia de que Beth Hart ha llegado un poco tarde pero ha venido para quedarse en mi rincón más guitarrero y sentimental. Un tremendo impacto: porque lo suyo es verdadero, trágico, intenso y honesto, o sea que esa garra no viene de un vientecillo cualquiera. Mi última gran pasión está siendo este preciosísimo clásico “I’d rather go blind”, mucho más si está tocada en directo con esa fuerza arrolladora: la versión de Beth con Jeff Beck es apasionante pero este directo con Joe Bonamassa me parece de verdad maravilloso e irresistible. Ahí va.
Manuel Vilas, Ordesa-Alegría
A Manuel Vilas y su “Alegría” los de Planeta le han dado uno de sus últimos grandes premios porque llegaron tarde y no supieron verlo antes. Andaban en otros mundos menos sutiles. Cuando la editorial cayó en la cuenta de la brutal fuerza literaria de Vilas ya estaba “Ordesa” circulando entre los lectores de toda España y media Europa y se había convertido en un éxito literario sobresaliente. Un libro excepcional al que me resisto a llamar novela: no siempre coincide el fulgor de la fama con tan inmenso talento. Planeta en realidad hubiera querido presumir de “Ordesa” pero anduvo tardío y tuvo que hacerlo con su “secuela best seller” que es esta “Alegría”, también de gran tonelaje pero me está pareciendo que con menos quilates. Era compleja una segunda temporada tan grande. Leí “Ordesa” impresionado, a ratos como si me estuviera leyendo a mí mismo, y ahora leo “Alegría” como una continuación con razones añadidas que no son las estrictamente literarias, aunque de momento no he perdido la fascinación de seguir leyendo una página y otra. Manuel Vilas, en todo caso, se ha ganado la admiración y el derecho a ser considerado un gran escritor. Lo es, incluso aunque se haya llevado el Planeta con un remake. Mi reverencia.