Imaginemos por un instante que las entrevistas de trabajo en nuestro país se realizasen basándose única y exclusivamente en las capacidades de una persona x, sin condición, sexo, apariencia, ni nada que implicase dobles discursos.
Sin duda alguna, la elección se basaría en criterios objetivos y la remuneración trataría de pagar por los servicios que potencialmente ese profesional va a dedicar a la empresa en cuestión.
Ahora, analicemos lo que sigue pasando cada día. Una entrevista que tiene en cuenta el aspecto, la condición y hasta condicionantes como ser madre o tener expectativas de serlo en un futuro cercano. Añadamos variables como ser mujer, ser joven y tener las mismas capacidades que un chico que estudió en su misma clase hace algunos años. Sus posibilidades acaban de mermar drásticamente. Es ilógico e injusto, pero sigue ocurriendo a diario. ¿Por qué? Nadie sabe encontrar una explicación, pero sucede.
De resultar elegida para ocupar ese puesto será todo un éxito. Si cobra lo mismo que un compañero con idéntico trabajo, acabaremos de alcanzar la utopía que todavía hoy las mujeres seguimos persiguiendo.
Es por eso que cada 22 de febrero conmemoramos el Día Internacional de la Igualdad Salarial, porque en nuestro país, aunque nos parezca imposible que suceda, las mujeres cobraron de media menos de 5.000 euros respecto a sus compañeros, sufriendo una clara discriminación por el hecho de ser mujeres. No son datos aleatorios, sino que están avalados por el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Si sumamos lo que las mujeres dejamos de ganar durante el pasado año se estima que la cifra alcanzaría los 43.000 millones, un dinero que no circula, que no repercute en la Seguridad Social ni en Hacienda, y que por tanto, nos afecta a todos, cuando nuestro sistema de pensiones o nuestros servicios sociales siguen buscando medidas para afrontar los retos a los que se miden.
Según el informe “Brecha salarial y techo de cristal”, podría tardarse 87 años en liquidarse esta diferencia salarial entre hombres y mujeres, más de dos generaciones de mujeres, que pese a estar más preparadas que ellos, seguirán sufriendo las consecuencias de un país que tiene que evolucionar en materia de igualdad si queremos recortar la distancia y hacer que los techos de cristal crujan para dejar paso.
Es necesario que se apruebe una Ley para la Igualdad Salarial que proteja a la mujer y le permita disponer de las mismas condiciones y los mismos derechos que los hombres ya tienen alcanzados. Cualquier cosa que no sea esto, seguirá siendo verbo sobre papel mojado en una sociedad donde la brecha, más allá de los salarios la seguimos encontrando en el terreno cultural, histórico y social.
Carmen Quintanilla Barba. Presidenta Nacional de la Asociación de Familias y Mujeres del Medio Rural AFAMMER