Hablamos de insultos
Hace unos días leí en la prensa una noticia que en cierto modo podría resultar una sorpresa, pero una vez descubierta la persona que la protagonizó me resultó normal, y digo normal porque quien era objeto de ella no era otro que el Sr. Girauta, siempre dispuesto al insulto, por lo que fue expulsado de un plató de televisión por llamar “gilipollas” a los televidentes. Si la noticia es tal cual la leí, me parece correcta la decisión del conductor del programa, porque si tú insultas lo que estás pretendiendo es humillar u ofender a los sujetos que son objetos del insulto, no obstante, según la apreciación que tengo del insulto quien insulta es porque no tiene argumentos para rebatir y utiliza el insulto, pero en realidad lo que le pasa a quien insulta es que desciende de categoría en la escala de valores de las personas, y es lo que le está pasando al Sr. Girauta, que afortunadamente no ha salido elegido diputado por Toledo, y digo afortunadamente porque el insulto en un hombre público para mí tiene más delito porque demuestra la incapacidad para poder debatir correctamente aquellos asuntos que a los ciudadanos y ciudadanas nos interesan.
Dicho esto, el insulto se ha convertido en algo común en la sociedad, no es que antes no hubiera es que ahora existen multitud de medios que los detectan y se producen sobre todo en los actos de masas, aunque en las redes sociales son un hecho muy común.
Es triste ver cómo en un campo de futbol se insulta a un jugador por el color de su piel, o a un linier o árbitro de categorías infantiles, juveniles… se les llama de todo, eso si en algún momento no se llega a la agresión, o como unos padres dan “una gran lección” a un niño de diez u once años jugando al futbol y más pequeño animando a su hijo a que haga lo que no debe, y así seguimos con los políticos para los que existe vara alta para decirles de todo porque todo vale y el razonamiento se queda en el limbo, pues el insulto tiene más fuerza y sale más en los medios.
El insulto degrada a la persona que lo profiere mucho más que a quien va dirigido y le deja en un plano de inferioridad porque demuestra su incapacidad de razonamiento y su catadura moral y cívica, en realidad se queda al margen de la sociedad mayoritaria que realmente no admite esa clase de comportamientos.
En esta sociedad en que vivimos se pueden decir muchas cosas sin necesidad de insultar, pues tenemos una legua tan rica que sin necesidad de insultar al adversario, al enemigo… se le puede poner en evidencia, si es de eso de los que se trata y no recurrir a una práctica burda, hay que razonar y pensar antes de decir ciertas cosas, contar hasta diez antes de responder a lo que creemos que es una provocación y no recurrir a prácticas, sobre todo en los medios, que pueden dañar la sensibilidad de las personas.
En este mundo, el insulto debe ser objeto del mayor repudio porque es una mala imagen para los menores y una bravata que se debe desechar del lenguaje ya que por mucho insultar no se es más atrevido, lo que se demuestra con eso es una falta de educación y de respeto a unas normas de convivencia que todos y todas debemos respetar.
Vuelvo al principio y termino el objeto de este pequeño artículo recordando que el Sr. Girautaprofirió una serie de insultos a una parte de un partido político al que él perteneció hace unos años y que yo lo afeé en un artículo en este mismo digital.
Al Sr. Girauta ahora se une la Sra. Ayuso llamando paletos a una serie de españoles de ciudades que reivindican mejoras para sus gentes, vaya nivelazo que está demostrando esta señora, debería hacérselo ver. Sra. Ayuso, yo también soy un paleto y estoy orgulloso de ello y de conocer de primera mano lo que es un pollo, un cerdo, una oveja, una vaca, una retama, un tomillo, un almendro, una cepa, un sembrado de trigo o de cebada… y cuando voy a Madrid no tengo ningún problema para desenvolverme en el metro, autobús o si hay que coger un taxi y desde luego gozar de un buen musical, una obra de teatro, visitar un museo o asistir a un gran evento deportivo. Aquí lo dejo.