La lucha de las mujeres por conseguir una presencia igualitaria en el ámbito social, político, laboral o económico en las últimas décadas es un hecho indiscutible, y ha supuesto una revolución de tal magnitud, que ha forzado el cambio de los hábitos de conducta, de las estructuras sociales y los roles culturales que durante generaciones habían sido los patrones de referencia. Pero la incorporación de las mujeres como ciudadanas activas no ha sido una revolución de golpe, sino procesos paulatinos de consecución de metas hasta convertir en garantía democrática los derechos de la mitad de la población que representan las mujeres.
La igualdad jurídica garantiza los derechos de la mujer, pero la igualdad real avanza a una velocidad mucho más lenta de lo que desearíamos y encuentra un camino lleno de obstáculos. La desigualdad salarial, la invisibilidad laboral, la falta de representación en órganos de dirección, la negación de la educación en valores de igualdad, la flagrante discriminación social o los inaceptables intentos de sectores tradicionalistas por invisibilizar la violencia machista son algunos ejemplos de situaciones que deberían formar parte del pasado, pero desgraciadamente han vuelto a aflorar en discursos políticos injustificables y mezquinos que tratan de volver a épocas que se creían superadas.
Solo desde una perspectiva feminista se garantiza que se mantenga lo conseguido y se siga avanzando. Porque sí, existe un riesgo real, tangible, de que suframos un parón, los intentos de involución son algo más que una sospecha y no se puede bajar la guardia. El feminismo es la única arma contra el discurso rancio y reaccionario de los que niegan para las mujeres la igualdad, pese a ser uno de los principios básicos de nuestra Constitución y de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Que no quepa ninguna duda de que dentro de ese movimiento está el Gobierno de España, cuya prioridad es seguir avanzando en políticas transversales para proteger a las mujeres contra el terrorismo machista, para garantizarles el derecho a decidir sobre su propio cuerpo, sobre su salud sexual o reproductiva y para estar atentos a que no se produzca ni un paso atrás en lo que se ha conseguido gracias al esfuerzo y a la lucha.
Sólo podremos construir una sociedad verdaderamente igualitaria y libre si conseguimos erradicar cualquier forma de discriminación y de violencia contra la mujer porque, que nadie olvide una cifra: en España, desde el 1 de enero de 2003, un total de 1.047 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas, por esa violencia machista que es una lacra transversal que no respeta edad ni condición social, pero sí discrimina por razón de sexo, porque las víctimas siempre son las mujeres.
Educar en igualdad y concienciar a las nuevas generaciones en el reconocimiento de derechos y libertades. Porque la educación en el respeto es el instrumento más fuerte y potente para la erradicación de la desigualdad, y en ello nos estamos empleando a fondo para que el conjunto de la sociedad grite con una sola voz contra aquellos que se creen con el derecho de causar daño a las mujeres.
Porque sin feminismo no hay futuro, sin igualdad no hay democracia, sin democracia no hay libertad.
Francisco Tierraseca Galdón es delegado del Gobierno de España en Castilla-La Mancha