La gran lección que le están dando a Pedro Sánchez
Pedro Sánchez se comportó como un irresponsable en la crisis del ébola en 2014. Entonces era el jefe de la oposición y aplicó el “todo vale” con tal de arañar un poco de desgaste al Gobierno de Mariano Rajoy. No tuvo escrúpulos y fue a saco, intentando beneficiarse políticamente de aquella crisis sanitaria. Todo esto no lo digo yo: lo dice el propio Sánchez en las hemerotecas, que son la gloria bendita. Ahora, seis años después la crisis del coronavirus le pilla a Sánchez en la Presidencia del Gobierno y todo es muy distinto: prudencia y responsabilidad en la oposición, críticas muy moderadas, tranquilidad y paños fríos para no exasperar la inquietud de la sociedad española ni provocar más alarmas de las estrictamente necesarias, que ya llegan por sí solitas en circunstancias de incertidumbre y miedo como estas. El ruido político es bajito y lejano. Pese a la titubeante y tardía gestión del Gobierno en el coronavirus, a ratos en dudosa improvisación, nadie le está diciendo a Sánchez las cosas tremendas que él dijo a Rajoy. Nadie está alentando el virus de la alarma social, y ello a pesar de que esta crisis está resultando ser significativamente mayor que aquella. Nadie se ha puesto a gritar. Lealtad con España y lealtad con el Gobierno.
Es una cuestión, en fin, de alturas éticas personales, de comportamientos y de escrúpulos, tenerlos o no tenerlos. Ser o no ser. Una cuestión de talla política. Vienen semanas difíciles, según ha reconocido el propio Sánchez, pero de momento nadie le está culpando al presidente del Gobierno del agujero negro de este viaje, ni se ve intención alguna en esa dirección. Como debe ser. Ya habrá tiempo, si acaso, de poner las cosas en su sitio, pero de momento el presidente Sánchez afronta políticamente esta crisis sanitaria sin tormentas alternativas, ni huracanes de tragedia, ni vendavales políticos que lo destrocen todo y lo compliquen aún más de lo que en sí misma ya está la situación, que es mucho. España es un gran país y le está dando una lección a este Gobierno y a la clase política en general, pero sobre todo al presidente Sánchez, con una trayectoria que no resiste su propia historia ni su hemeroteca. Nación sensata y prudente, frente a un presidente no precisamente ágil ni en forma en estas últimas semanas. Gobierno, liderazgo, gestión y propaganda se ve que son cosas realmente muy distintas, y sin embargo nadie se ha puesto a chillar histerias en el ruedo nacional. Qué clase.
Supongo que un tipo tan listo como el presidente Sánchez habrá tomado nota de este silencio apaciguador en medio del tsunami, de esta lealtad alrededor, y habrá dado un salto de maduración política y personal tan grande como un acantilado, que es el nivel de la diferencia entre el ébola de 2014 y el coronavirus de 2020, en todos los sentidos. Además de un resistente, se ve que Pedro Sánchez es un tío con suerte que no tiene a nadie enfrente capaz de ponerse a su misma altura, lo cual no deja de ser una ventaja gigantesca, además de una inmejorable oportunidad de aprendizaje y crecimiento. España se merece un estirón de este calibre. Veamos.