Soy de la opinión que este virus sólo nos vencerá si no aprendemos nada de lo vivido, si aquel que pone en peligro a la humanidad no nos vuelve más humanos, si no somos capaces de valorar en su justa medida aquello que por cotidiano nos era invisible, infravalorado, incluso inmerecidamente, criticado. Pero es en la ausencia donde realmente echamos de menos.
Podría hablar de los sanitarios en general, desde el investigador, al médico, al técnico o al celador. Mientras nuestros políticos presumían y presumen de tener el mejor sistema de salud pública, como logro propio, el coronavirus nos ha demostrado que lo que teníamos y tenemos son los mejores sanitarios; ni políticos, ni sistema, nuestros profesionales. Dicha visibilidad de la invisibilidad de los hasta ahora invisibles, es extensible a nuestros transportistas, fuerzas de seguridad y un largo etcétera, pero también este confinamiento debe poner en valor la figura del docente, no como héroe que expone su vida para salvar la nuestra, como los héroes que ejercen como piedra angular de nuestro sistema educativo, de la formación integral de nuestros alumnos y por consiguiente del futuro de nuestra sociedad.
En tiempo récord se ha levantado un hospital de campaña en Madrid. En tiempo récord los docentes, no el sistema, ni la Educación, ni el Ministerio ni nadie, han reconvertido todo un sistema educativo basado en clases presenciales en un sistema educativo online, con sus programaciones y actividades. Nuestro sistema educativo funciona porque tenemos a los mejores docentes, no el mejor sistema educativo, por eso somos insustituibles aunque siempre hayamos sido invisibles. Hoy nuestras familias y alumnos se dan cuenta que educar es una tarea única y distinta para cada alumno, que la interacción docente-discente, es lo más importante en su aprendizaje y que «maestro» como genérico de todos los docentes, no es cualquiera, aunque para muchos fuésemos invisibles.
Hoy más que nunca nos damos cuenta que un docente no puede ser sustituido por un canal de comunicación, por un ordenador o una pantalla de móvil, nuestros alumnos necesitan nuestro cariño, nuestra empatía y nosotros a ellos, para saber estrategias y sus necesidades, sus ritmos de aprendizaje, sus defectos y sus virtudes para sacar el máximo rendimiento académico y humano. Una compañera me preguntaba cuándo podría volver a ver a sus alumnos, que no podía terminar el curso sin volver a verlos, despedirse, abrazarlos. Esa es la diferencia, lo que no se ve, lo que no se aprecia, los héroes invisibles.
No hace mucho se discutía sobre si el uso de la tecnología o la información en red, podría suplantar la figura del profesor. Creo que la respuesta podrían darla hoy millones de hogares, para los que empezamos a ser más visibles.
Saturnino Acosta. ANPE