Hay que ver las paradojas con las que nos ilumina la vida. El expresidente Mariano Rajoy, el político más quieto de España, ni frío ni calor, ni subo ni bajo, ni vengo ni voy sino todo lo contrario, ha sido pillado precisamente ahora en un complicado trance en movimiento, presuntamente ilegal en el actual estado de alarma. En la calle, en chándal y en sospechosa actitud deportiva. Vaya, hombre: cuando menos te lo esperas, zas, salta la liebre. En este caso una liebre periodística según la cual el parsimonioso Rajoy, el hombre frío y gallego por excelencia, ha tenido a bien romper el confinamiento y salir a darse un paseito al trote a pesar del veto impuesto a todos los españoles, incluido él, es decir, sobre todo él que como hombre público y expresidente tiene que dar ejemplo y quedarse tranquilito en casa. Ya le vale a don Mariano, vaya sorpresa para toda España y vaya rebeldía: in fraganti y, lo que es peor, en zapatillas. Qué tío.
El caso tiene su miga y su importancia. Y no sólo por la ejemplaridad debida de Rajoy. También por el imprescindible cuidado de la salud pública. Por el obligado respeto al resto de los ciudadanos. Por la solidaridad con todos los españoles confinados. Por el necesario acatamiento de la ley. Por empatía y colaboración con su propio partido y sus dirigentes, que se esfuerzan por estar a la altura de tan graves circunstancias, y en definitiva, porque España y el mundo están viviendo una tragedia con muchos muertos y todos debemos actuar en consecuencia y con la máxima responsabilidad. Aquí no valen las tonterías. Si la noticia es verdadera, y no hay por qué dudarlo, Rajoy tiene que ser sometido a investigación y, en su caso, ser convenientemente sancionado, como cualquier otro lo sería en esa situación. Como yo mismo si me lo monto por mi cuenta y me pongo el chandalito para irme de paseo por el barrio o me salto las normas porque me da la gana.
Así que muy mal por el expresidente del Gobierno, se ponga como se ponga. Multa, sanción y lo que sea necesario. Aunque tengo que decir, en descargo de Rajoy, que gracias a su pecado de deportista con el mono, hemos tenido el maravilloso momento, ciertamente impagable, de asistir a la cacería de la liebre por el carril mediático izquierdo como si no hubiera un mañana y acabaran de descubrir la pieza a batir del año. Estos minutillos de gloria han sido conmovedores y de una ternura humana y periodística digna de la hora histórica que está viviendo España: cumbre informativa y subidón televisivo en el prime time. Gracias, Woyming y compañía, que grandes sois. Unos tíos en toda regla, mi mayor admiración: periodismo crítico y valiente, comprometido con la verdad-verdad, y un ejemplo para todos nosotros. Gran enfoque de la crisis e inmensa exclusiva. Se os escapa Pedro Sánchez, se os escapa Pablo Iglesias, se os escapa el Gobierno todo, pero la liebre de Rajoy, queridos amigos, esa no se os ha escapado. Menos mal, la pieza ha entrado en la talega. El periodismo recupera la esperanza, sale del respirador: he vuelto a creer.