La situación que estamos atravesando debido a la emergencia sanitaria provocada por el COVID-19 deja nuevamente patente la necesaria reflexión sobre la calidad de la atención que se presta a las personas mayores en el ámbito sociosanitario.
Tanto a nivel personal como profesional, considero que es de justicia destacar la gran labor profesional que se realiza en el ámbito residencial y que, por supuesto, como en todos los ámbitos de la vida, no es recomendable generalizar, ya que hacerlo traería consecuencias negativas y poco objetivas. No obstante, es necesario que, como en todos los ámbitos en los cuales se prestan servicios de atención a las personas, las Administraciones Públicas tomen las medidas oportunas en los Centros que no garanticen la calidad de los servicios establecidos por la normativa vigente.
Cuando hablo de calidad de la atención de las personas mayores hago referencia tanto al ámbito de la Geriatría (ámbito más conocido por la población), como al ámbito de la Gerontología, ciencia necesaria e imprescindible para poder dar respuesta a las necesidades de las personas mayores. Además, es la que permite que dicha respuesta sea realmente de calidad, ya que es la encargada de estudiar los diferentes aspectos de la vejez (biológicos, psicológicos, sociales, económicos y culturales) y que, por supuesto, son diferentes y variables en función de cada persona y afectan en un alto grado a su salud.
Por ello, es necesario que todos los centros sociosanitarios de atención a las personas mayores cuenten con un Plan Interdisciplinario de Atención Personalizada y estén dotados de perfiles profesionales que recojan las diversas áreas de atención (social, funcional y clínica), como bien indica la normativa vigente. Sólo así podremos ofrecer una atención integral a las personas mayores, de forma individualizada y centrada en la persona, al mismo tiempo que permita y garantice la continuación de los proyectos de vida de las personas mayores a las que atendemos.
En la práctica, nos encontramos con la importantísima y necesaria presencia y labor de las profesiones sanitarias... pero¿dónde está, en muchos centros, la figura del Trabajo Social que garantice la intervención en dicha área?
¿Cómo puede ser que la definición de ámbito residencial recogida en la normativa aplicable contemple el ámbito social y sanitario, pero en la práctica diaria de los mismos sólo se exija las figuras sanitarias en la mayoría de los centros que poseen plazas públicas concertadas con la Administración?
¿Cómo puede entenderse que la Atención Social en muchos Centros Residenciales se hace a través de los Servicios Sociales de Atención Primaria sin la presencia diaria en los mismos?
¿Es lo mismo llevar a cabo los Planes Individualizados de Atención Personalizada con una visión social que sin ella?
¿Y qué aporta el Trabajo Social en este ámbito de atención?
El Trabajo Social es una profesión basada en la práctica, es una disciplina académica que promueve el cambio y el desarrollo social, la cohesión social, el fortalecimiento y la liberación de las personas. El Trabajo Social involucra a las personas y las estructuras para hacer frente a desafíos de la vida y aumentar el bienestar.
Los principios de la justicia social, los derechos humanos, la responsabilidad colectiva y el respeto a la diversidad son fundamentales para el Trabajo Social.
¿Es suficientemente importante el cambio de vida que realiza una persona cuando ingresa en un centro residencial ya sea de manera temporal o permanente?
Por supuesto que sí. Es necesario que el Trabajador o Trabajadora Social sea su figura de referencia desde la primera visita antes del ingreso, como durante él mismo y a lo largo de su proceso de adaptación. Somos los profesionales que nos encargamos de conocer su historia de vida, sus gustos y preferencias, y velamos por la defensa de la dignidad y autonomía en todas sus formas, aún en el caso de no gozar de dicha autonomía para el autogobierno, velamos por el establecimiento de recursos de protección.
¿Y para sus seres queridos? ¿Es lo mismo tener esa figura de referencia al enfrentarnos a ese momento, que no tenerla?
Es un proceso de cambio que necesita estar dotado de esta profesión, capacitada para acompañar y velar por un proceso de adaptación óptimo, al mismo tiempo que establezca en este momento, la necesaria relación de confianza con la familia y seres queridos. Esta relación de confianza permite dotar a la familia de un instrumento técnico que garantiza una intervención profesional basada en un código deontológico, al mismo tiempo que acompaña y protege a la persona usuaria. Somos la figura que permite a la familia o seres queridos tener la serenidad y seguridad necesaria para afrontar estos momentos llenos de emociones encontradas, facilitando y potenciando el derecho a la información, así en el caso en que la adaptación no se lleva a cabo de manera adecuada, seamos de manera técnica, los primeros en informar, orientar y encontrar, involucrando a todas las estructuras necesarias, el recurso adecuado adaptado a las necesidades de las personas mayores velando por su bienestar.
Para finalizar el análisis y la reflexión sobre la situación en profundidad es necesario posicionarnos ante algunas preguntas:
Si nos situamos como punto de partida en la calidad de la atención expuesta anteriormente, ¿cómo puede ser que la normativa actual permita que la calidad de la atención sea variable en cuestión de kilómetros?
Son numerosos los centros ubicados en ámbito rural que aun teniendo plazas públicas concertadas con la Administración, no contemplan la figura profesional del Trabajo Social, a diferencia de las ubicadas en términos urbanos, que al contar con un número mayor de plazas, si contemplan dicha profesión en su vida diaria.
¿Se está velando por el principio de justicia social?
Para que todo lo anterior se vea cumplido es necesaria la presencia del Trabajo Social en todos los centros que presten servicios a las personas y, por supuesto, más aún en los centros sociosanitarios de atención a las personas mayores. Sólo así se minimizará la vulnerabilidad y se garantizará el acompañamiento, la defensa de los derechos de las personas usuarias y la justicia social como base fundamental de nuestra profesión.
¿Se ha reflexionado alguna vez sobre las consecuencias que esto produce en la calidad de la atención y, por consiguiente, en el servicio que las personas mayores reciben?
Y en esta situación de emergencia sanitaria, ¿qué instrumentos técnicos y profesionales hemos dejado en primera línea de la atención residencial para llevar a cabo el acompañamiento, la cohesión social, el derecho a la información...?
Volvemos al punto en el que he iniciado estas líneas. El Trabajo Social se encuentra en primera línea de atención en esta emergencia sanitaria, por desgracia, solo en los casos en los que se había contado con la profesión de manera previa. Esta situación pone nuevamente de manifiesto la necesaria presencia del Trabajo Social en todos los centros sociosanitarios de atención a las personas mayores para garantizar en primera línea el acompañamiento, la responsabilidad colectiva y la cohesión social, tan necesaria en situaciones de aislamiento que, aun siendo compartido, es vivido con inquietud al sentir a nuestros seres queridos lejos y en riesgo. Por todo lo expuesto, nuestra profesión es tan esencial como necesaria en estos momentos de emergencia sanitaria y social. Es la única manera de poder dar cobertura a las necesidades existentes, las cuales, sin nuestra presencia diaria en este ámbito no podrán cubrirse de manera completa.
Me gustaría finalizar esta reflexión dando la enhorabuena y las gracias por el gran trabajo que realizan mis compañeros y compañeras de profesión en este ámbito de intervención, labor profesional que es esencial para la vida de las personas y para poder intervenir con ellas en el momento adecuado y no cuando, en muchos casos, ya es tarde. El tener la posibilidad de encontrarnos en primera línea de actuación nos permite diagnosticar situaciones que, si no estamos presentes, se convierten en invisibles y difícilmente detectables. En este ámbito de intervención profesional se realiza mucho trabajo y de calidad, pero lo que más me entristece es que en algunas ocasiones sea invisible y poco valorado, en cambio, siempre reconocido por las personas que lo reciben.
Al mismo tiempo, quiero agradecer a los profesionales sanitarios y todas las profesiones que lo están dando todo para poder superar esta situación de emergencia sanitaria y social. Juntos lo conseguiremos.
Elena Galán Ruano es vicepresidenta del Colegio de Trabajo Social de Castilla-La Mancha, además de experta universitaria en Bioética y Bioderecho y en Intervención en calidad de vida de personas mayores