Así ha debido recibir San Pedro a estos dos arquitectos que ya descansan en el cielo. Estoy seguro que ya están con ÉL. Mi luto es el dolor que quiero manifestar en estas líneas. Mi luto es el homenaje que quiero hacer a estas dos magníficas personas. Ellos forman parte de los profesionales, uno en el ámbito privado y otro en el ámbito público de lo que debería ser un ejemplo de colaboración y buen hacer cuando las administraciones públicas y las entidades privadas tienen que trabajar unidas.
Don Jaime Castañón, el arquitecto de la Catedral, y don Ignacio Álvarez, el arquitecto del ayuntamiento, son para nosotros ya un ejemplo de cómo proceder en tantos ámbitos, pero para las personas que nos dedicamos de un modo o de otro a la rehabilitación y a la restauración del Patrimonio han sido y serán siempre un referente inmediato. Ambos eran paladines de cómo hacer un Toledo más bonito, una Ciudad Histórica mejor cuidada. En el caso de don Jaime era asombroso adivinar en sus palabras cómo tenía en su cabeza la catedral al completo y en el caso de don Ignacio cómo sabía distinguir para poder exigir hablando de cada rincón del Casco Histórico y alumbrando soluciones que no contravinieran normas ni planteamientos que después perjudicasen el interés general de esa palabra tan preciosa que es Toledo.
En todos estos años que he trabajado con ambos he conocido personas cercanas a ellos.
En el caso de don Jaime, de sus entrañables compañeros de casa como él les llamaba. Le querían mucho y le admiraban más. Con el paso de los años don Jaime se había convertido en ese personaje en el que mirarte para saber cómo uno debe comportarse en la vida, el ejemplo del saber estar. Voy a echar mucho de menos el haber podido viajar con él a alguna ciudad del mundo donde poder disfrutar de las explicaciones increíbles y alucinantes con las que obsequiaba a cuantos viajaban con él. Famosas eran y me las perdí. Me quedo con la satisfacción de haberle escuchado muchas de las explicaciones que él nos ofreció de nuestra maravillosa Catedral Primada.
En el caso de don Ignacio. Qué decir!. En cuanto me enteré que había marchado con el Padre llamé a su hijo y este, Ignacio, me regaló en la intimidad del dolor y el luto lo que su padre pensaba de mí. Inmediatamente supe que debía escribir lo que yo pensaba de él. Este funcionario del ayuntamiento sabía estar, sabía escuchar y sabía proponer soluciones para que después todo fuese más fácil. Enemigo de las sorpresas y de la falta de consulta previa, ataviaba los proyectos de correcciones ingeniosas y sencillas para que una vez comenzada la obra, esta, tuviese el mejor resultado. Nos ayudó siempre. Me refiero a la Iglesia. E igual que nos ayudó nos exigió porque ese era su cariz como alto funcionario: ayudar exigiendo. Muchas veces he tenido la experiencia de recordar solamente a los profesores que más me han exigido durante mi periplo universitario. Con esta gran persona me va a pasar lo mismo. En este obituario no quiero dejar de reconocer en la persona de don Ignacio a todos los funcionarios pero especialmente a sus compañeros del área de urbanismo del Ayuntamiento de Toledo: Juan José, Sagrario, Raúl,… y tantos que tanto nos ayudáis a cuidar de este patrimonio.
La Archidiócesis de Toledo ha sufrido un gran dolor y una gran pérdida con la marcha a la Casa del Padre de estas dos personas. En ellos se cumple la máxima de que nadie es imprescindible, pero todos somos necesarios, ¿o no?, ¿eran imprescindibles? Lo eran porque el dolor a sus familias nadie se lo va a quitar y el momento de fallecer quizá ha sido el más duro que sus seres queridos han tenido que soportar. Pido una oración por sus almas. Pido a Dios que nos haga ver que les necesitaba a los dos allí arriba porque tiene un gran proyecto que redactar para don Jaime y que luego don Ignacio tendrá que supervisar. D.E.P.
Anastasio Gómez Hidalgo.Ecónomo Diocesano.Arzobispado de Toledo