Nunca hubiéramos pensado tener que vivir una situación así. Tan solo alguna película que hemos calificado como de “ciencia ficción” se atrevía a presentarnos un panorama parecido a este que contemplamos: ciudades vacías, ciudadanos pertrechados con mascarillas y guantes, desinfección de todo lo que entra en casa, parroquias y centros de reunión vacíos, nada de besos, abrazos, ni siquiera estrechar las manos. Cientos de miles de personas afectadas que tienen que estar solos en hospitales, personas que fallecen en soledad, el desgarrador duelo que se inicia sin ningún tipo de compañía, de consuelo en los afectos, etc.
Cierto es que este nuevo tsunami nos ha arrollado. Parece que la información que ha llegado de los primeros países donde se sufrió la pandemia no ha sido del todo veraz. Pero las alertas sanitarias de la Organización Mundial de la Salud llegaban a todos los países desde febrero, advirtiendo de la necesidad de aprovisionarse de materiales, precauciones, etc. de cara a evitar los contagios masivos que podrían darse y que, si no se evitaban, podrían colapsar los sistemas sanitarios de aquellos países donde la pandemia se iba acercando.
Desde el principio del estallido de contagios en España estamos sufriendo a unas autoridades, a unos gobernantes, que se retratan una vez más. Ante el enorme cataclismo sanitario, económico, social que ya vivimos y que nos espera, no podemos tener al frente (en las diferentes administraciones) a personas que siguen mirando más por su propio interés y el de sus partidos que por el bien común. Se maquillan cifras, se oculta la verdad, se vive de la imagen (hay que salir bien en la foto de las cifras, de los afectados, de los recursos que hemos conseguido).
Reflexionemos. ¿Es bueno para todos que cualquiera (sin experiencia previa, sin una preparación adecuada) pueda ocupar cargos de tanta responsabilidad en los que se toman decisiones de las que dependen tantas vidas, de los que depende el futuro en muchos aspectos, de sociedades enteras? Si para ocupar cualquier puesto de cierta responsabilidad en una empresa privada, o en la Administración Pública, hay que acreditar una formación y experiencia mínima, quizás deberíamos plantearnos lo mismo para nuestros dirigentes; personas que tienen bajo su responsabilidad, las riendas de país, de toda una sociedad. En definitiva, millones de vidas dependiendo de sus decisiones.
Junto con ello, pensemos igualmente por qué nos sigue costando tanto asumir el compromiso de estar presentes en la vida pública para trabajar por la construcción del bien común. Nuestro interés en la política no puede reducirse a votar cada cuatro años. La política, como señala reiteradamente el Papa Francisco, es una vocación de servicio. Tengámoslo siempre presente.
Areópago es un grupo de opinión, con sede social en Toledo, formado por un conjunto de cristianos que desean hacer llegar su voz a la sociedad para poder entablar un diálogo constructivo sobre temas actuales de interés para todos.