El notable optimismo socialista de la última encuesta electoral en Castilla-La Mancha, que cruza los caminos del presidente de la Junta, Emiliano García-Page, con una nueva mayoría absoluta, resulta de un enternecedor voluntarismo de alto voltaje, pero tampoco hay que negarle a nadie la ilusión de la realidad o las hipótesis. Está fuera de duda que, pese al previsible desgaste del sobresalto brutal del coronavirus, Page es un político carismático que saber manejar las situaciones y los tiempos con especial habilidad, y esa popularidad ganada con las botas puestas a lo largo de su carrera no va a desaparecer ahora a bote pronto por muy fuerte que sea el tsunami en el que andamos metidos en la región y en toda España. No obstante, otra mayoría absoluta tan sobrada como la que presuntamente sobreviene en el sondeo me lleva a la duda razonable de que al chef se la haya ido la mano con la sal y el guiso final resulte en exceso sabroso y elaborado. El mundo de las quinielas electorales y la imaginación de los encuestadores siempre se han escapado a mi corto entendimiento, pero en la vida no hay nada descartable.
Sí veo, sin embargo, una opción muy realista en esta encuesta más allá de Page: el avance del bipartidismo clásico en Castilla-La Mancha, o sea, la concentración del voto en los dos grandes partidos de la región, el PSOE y el PP. Ahí ya no sólo Page sale ganancioso, también Paco Núñez, aunque a una distancia notable, siempre el segundo de la clase. De los 33 escaños del Parlamento castellano-manchego, 18 serían para Page, uno por debajo de los actuales; otros 14 se los llevaría Núñez, con subidón desde los 10 que tiene ahora, y el que falta en la pedrea caería del lado de Vox, con desplome completo para Ciudadanos, que pierde sus cuatro diputados actuales y sale zumbando de las Cortes. Ya veremos, pero los tiempos de crisis no parecen buenos para la dispersión, como se ve también en las encuestas nacionales, y el electorado se concentra en torno a las opciones más estables y conocidas. El gran plus de Page frente al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es que, siendo ambos socialistas, el líder castellano-manchego representa la izquierda centrada y la sensatez frente a la deriva extremista, sectaria y polarizadora que viene de la Moncloa. De ahí la hipótesis al filo de la mayoría absoluta de Page que, sin embargo, Sánchez tiene a una distancia sideral.
¿Y qué pasa con Carmen Picazo y su grupo de cuatro diputados en Gilitos? Pues da la impresión de que su complicada posición de extremo-medio-centro se queda en terreno de nadie en estos tiempos que corren y a la gente no le da por escoger de la cesta la dulce naranjita, que de un tiempo a esta parte anda pálida y deslucida. Según la encuesta, el PP gana 4 diputados y Ciudadanos pierde 4, o sea, la redonda obviedad de la aritmética, aunque, claro, creer en los sondeos a día de hoy, en mitad del huracán más peligroso de los últimos cuarenta años, no aporta más que un ratito de entretenimiento que sólo viene a darle alegrías al que gana alguna cosa. Y ni siquiera, porque, según leo, a Paco Núñez le ha dejado entre frío y muy frío. Supongo que, por su parte, esta encuesta a Page le habrá hecho sonreír con un puntito de felicidad en los quince segundos siguientes a tan agradable como efímera lectura, pero ni un instante más allá.
Lo que viene por delante va a cambiarlo todo y casi nada volverá a ser igual, así que ¿a quién le importan ahora mismo las encuestas?