En los últimos días están apareciendo diversos estudios y análisis científicos y epidemiológicos que empiezan a aclarar cómo se propagó el coronavirus a gran velocidad por todo nuestro territorio en las primeras semanas de marzo, causando los estragos que hemos padecido y, por encima de todos, las dolorosas e irrecuperables pérdidas de seres queridos. Si queremos vencer la pandemia y estar preparados para posibles rebrotes debemos saber qué no podemos repetir y qué medidas son eficaces para el control de la propagación.
La conclusión más evidente de esos estudios es que la movilidad humana es el abono-transporte de este virus, que no viaja solo, que no tiene patas ni vuela más allá de dos metros y que, por tanto, se desplaza, dispersa y propaga a la velocidad que lo hacen los seres humanos. Y esto, en un momento como el actual en el que la movilidad ya sea laboral o de ocio define nuestro modelo civilizatorio es lo que ha facilitado la propagación del virus en tiempo récord. Esto explica también que Madrid haya sido el foco principal de Covid-19 en España.
Madrid es una capital europea abierta al mundo, que en un día normal acoge 100.000 visitantes internacionales. El virus llega a Madrid y desde allí se expande a velocidad de vértigo en las primeras semanas de marzo, y probablemente aún antes, entre sus propios ciudadanos debido a la propia movilidad interior y a su organización conurbana. Y, desde allí al resto del país, con especial incidencia a las comunidades limítrofes, como la nuestra, que por razones de proximidad geográfica y estrechos vínculos familiares estamos más interconectados.
Es muy interesante el estudio que sobre esta materia ha realizado el doctor en física Alberto Hernando Mateos, en colaboración con otros cinco colegas. En él revela que la movilidad desde la Comunidad de Madrid, el mayor epicentro de contagios de nuestro país, ha tenido un efecto determinante en los índices de contagio, hospitalización y mortalidad. Se deduce de un análisis multivariable consistente en cruzar el número de visitantes entre Madrid y el resto de provincias en la semana previa al confinamiento con los picos de mortalidad por Covid-19.
El gráfico resultante -una nube de datos, en terminología estadística- describe una relación directa entre ambas variables: la mortalidad aumenta en las provincias con un registro de mayor movilidad con Madrid. En sus propias palabras: “El 76% del pico de mortalidad se explica a partir de la movilidad entre cada provincia con Madrid y su ratio con la población local. No es la única causa, pero es la mayor con mucha diferencia”. A su juicio, estos intercambios de población son cruciales a la hora de determinar “la evolución de incidencia y mortalidad en las provincias interiores”.
De ahí que no resulte extraño que Guadalajara, la provincia con más desplazamientos desde la comunidad vecina, haya sido la segunda que ha registrado un mayor pico de mortalidad (no es la media, sino la mortalidad alcanzada en el pico máximo de Covid-19 para cada provincia), solo por detrás de Ciudad Real, que estuvo expuesta además a un gran foco desplazado desde La Rioja al corazón de la Mancha. Merece la pena detenerse en la lectura del artículo, que expone a conciencia estos patrones y asociaciones de factores: https://naukas.com/…/la-responsabilidad-es-nuestra-correla…/ Aquí, la versión científica: https://www.medrxiv.org/…/2020.05.09.20096339v1.full.pdf+ht…
Si la movilidad entre Madrid y Castilla-La Mancha es intensa con carácter general, lo fue mucho más en marzo, incluso una vez decretado el confinamiento y el estado de alarma y estaba expresamente prohibida. Hay un dato cuantitativo que no acepta discusión posible y que nos permite hacernos una idea del aumento de los desplazamientos entre Madrid y Castilla-La Mancha en el momento de máximo contagio del virus. Me refiero al número de recetas dispensadas en las farmacias de nuestra comunidad a vecinos y vecinas procedentes de otras regiones.
Entre marzo y abril de 2019, 55.000 personas con residencia en la Comunidad de Madrid adquirieron sus medicamentos en farmacias de Castilla-La Mancha aprovechando su presencia en nuestros pueblos. En marzo y abril de este año, con confinamiento decretado, han sido 353.000 quienes lo han hecho, siete veces más.
Nuestra región es solidaria, tienen estrechos vínculos con la Comunidad de Madrid que queremos mantener y reforzar, pero no era el momento de hacer esos desplazamientos, alentados en buena medida por el cierre unilateral de los colegios, institutos y universidades en Madrid antes que en el resto de España. No solo no se debió tomar aquella decisión, sino que hoy resulta evidente que se debió confinar a Madrid, algo que probablemente no se hizo para ahorrarnos un monumental conflicto con la presidenta de la Comunidad, que en aquellos días hacia declaraciones desafiantes tendentes a evitar lo que parecía más conveniente y ya se había explorado en la vecina Italia con sus dos regiones más afectadas.
En los días previos al decreto del estado de alarma y en los días inmediatamente siguientes al mismo la llegada de ciudadanos de Madrid fue elevadísima, algo que se repitió durante otros momentos claves del mes de abril como la Semana Santa o el parón de la actividad industrial. ¿Cómo explicar si no el elevado número de tarjetas de desplazados para la sanidad o el espectacular incremento de la receta en farmacias de nuestra región con tarjeta sanitaria madrileña?
Hoy, muchos días después, sigue sin ser el momento para desplazamientos inconvenientes. No hemos vencido aún al virus. Sigue ahí y sigue siendo tan letal como al principio. Una equivocación, una imprudencia, una temeridad puede volver a desencadenar un repunte de dolor y sufrimiento cuando aún no hemos cerrado el inicial. Por eso es esencial no bajar la guardia, cumplir las instrucciones de las autoridades sanitarias, no entender el cambio de fase como una competición y sí como un ejercicio de responsabilidad ciudadana y de salud pública. Y por eso se entiende mal la postura intransigente de la Comunidad de Madrid, que incumpliendo los requisitos que definen los expertos sanitarios se empeña en avanzar a toda costa sin reparar en las consecuencias para ellos y para el resto de sus actos.
Tampoco se trata de buscar culpables, sino de analizar el origen de los focos, los modos y maneras de actuar del virus. Cuánto más sepamos mejor podremos actuar contra él. La rápida propagación del virus en Castilla-La Mancha fue causal y no casual. Saberlo nos puede ayudar a frenarlo y está en manos de todas y todos. De decisiones individuales y colectivas de quienes vivimos aquí y de las que tomen quienes residen en otros lugares.
Aclaremos una cosa: ninguna administración ha propagado el virus y todas, con mayor o menor acierto, han plantado cara a la pandemia con los recursos que tenían a su alcance. La sanidad de cada territorio se ha enfrentado a unos niveles de incidencia que han dependido fundamentalmente de factores no sanitarios como el envejecimiento demográfico o, sobre todo, la movilidad de las personas entre territorios.
Comprendamos que si cada uno de nosotros somos el vehículo más eficaz para propagar el virus, el confinamiento y la distancia han sido y siguen siendo las medidas más efectivas. Y lo contrario, la movilidad y el contacto sin precaución ni distanciamiento, constituyen (ahora lo sabemos mejor que en los primeros días de marzo) comportamientos irresponsables, de cuyas consecuencias luego no cabrá acusar a ningún gestor sanitario. Y esto debemos tenerlo claro en todos y cada uno de los rincones del mundo y de nuestro país, incluido en aquellos barrios que por disponer de más renta no pueden tener más derechos ni conculcar las reglas que rigen para toda la ciudadanía. Protestar es legítimo y vemos que se puede hacer desde redes sociales, balcones y tribunas públicas, pero de momento no se puede hacer con actos que sometan a grave riesgo vital al resto de la comunidad. Pongamos que hablo de (cierta parte de) Madrid.
Pablo Bellido. Presidente de las Cortes de Castilla-La Mancha