¿Cómo saldremos de esta crisis? ¿Mejores? ¿Más fuertes? ¿Más unidos? ¿Seremos una sociedad más virtuosa?
Siento ser pesimista, pero todo apunta a que no.
Saldremos peores, más débiles, menos unidos.Tendremos, si nada lo remedia, una sociedad peor. A no ser que nos demos cuenta de la raíz de nuestro problema.Y, cuando por fin la veamos, podamos reconocerla, y con humildad y serenidad, seamos capaces de extirparla.
Y es que quizá uno de los rasgos que, ya antes de esta epidemia, nos estaba empobreciendo como sociedad –no tanto en lo material, sino más bien en lo moral– es la tendencia a definir nuestras ideas, nuestras convicciones de una forma negativa, en lugar de propositiva.Nos definimos como“anti”, no como“pro”. Estamos cómodos a la contra. Preferimos las trincheras a las mesas de debate.
Antifascistas y anticomunistas. Antiespañoles y antieuropeos. Antisistemas, anticapitalistas. Antiabortistas. Antivacunas. Antimadridistas, incluso.
Algo que no es nuevo. Pero que, a lo que se ve, ha ido a peor.
Ortega y Gasset, ya en 1909, nos lo advertía. Sus consejos, que fueron arrinconados entonces, ya sabemos cómo acabaron.
“Vivimos una época negativa española. Todos somos anti-algo. Cada cual parece esforzarse en delinear su fisonomía intelectual, su postura política por medio de la negación del vecino. Bien, pero esto es una pura negación: y una pura negación no es nada. Con decir que una cosa no es blanca nos quedamos sin saber qué es la cosa. Yo soy lo contrario de mi vecino: pero mi vecino, ¿qué es? Es lo contrario que yo. Como veis, siendo anti-algo no se llega nunca a ser algo. Con marcar nuestras diferencias no logramos nada: un famoso filósofo observaba que las diferencias son sólo los límites de las cosas, no las cosas mismas.” ¡Qué actualidad la del maestro! ¡Cuánto debemos, de nuevo, volver a mirar nuestras entrañas!
Creo, sinceramente, que nada bueno podemos construir como sociedad si todo nuestro cimiento es el antifascismo, el anticomunismo, el antiespañolismo, el anticatalanismo. No quiero una sociedad de antimonárquicos ni antirrepublicanos. No podemos convivir entre los insultos de antidemócratas, antisociales.
El que sólo esanti, sólo es capaz de odiar, de destruir. No alberga la intención de construir nada nuevo, de mejorar, de elevar la mirada y alcanzar un propósito común.
Seamos constructivos. Desechemos nuestros odios y nuestros prejuicios –yo el primero–. Pensemos, por una vez, si queremos llegar a seralgo, o preferimos quedarnos en nuestra pequeña y limitadanada.
Y, ojalá el únicoantique, en estos momentos, nos ponga de acuerdo a todos sea solamente el antivirus que tanto necesitamos.
Ricardo Sánchez Butragueño