No. Así no. Ésta no es una buena solución. Ni es buena para él ni es buena para nosotros, los ciudadanos de este país que, si es poco lo que tenemosentre las manos, ahora tenemos que volver a quitarnos la imagen quepretendieron dar de nosotros los que se arrogaron la defensa de la libertady la democracia exhibiendo su condición de exiliados de un estado opresor en tierras belgas, suizas, escocesas y donde fueran escuchados. Ahora es elrey emérito el que sale del país, pero ¿en calidad de qué? ¿De turista? ¿Deexiliado? ¿De refugiado?
Si negábamos el juego del exilio a los que querían aprovecharse de ello en los foros internacionales, tenemos que negar la existencia del mismo en este nuevo episodio. Tendremos que decir, como al parecer él ha sugerido a algún amigo, que es un paréntesis. Ya veremos el tamaño del mismo.
Nos gusta asomarnos al abismo, posponer las soluciones a los problemas incluso a sabiendas que tarde o temprano, éstos nos pueden estallar en la cara. La Constitución, en su artículo 57, punto 5, nos indica lo que habíaque hacer, lo que hay que hacer.
Ha habido tiempo para que las Cortes, nuestros representantes, aprobaran una ley que resolviera los posibles escenarios que se pudieran presentar en la sucesión a la Jefatura del Estado. La sucesión a la Corona podría haber tenido las soluciones a la residencia, estatus, honorarios y demás disposiciones que tendría el que, hasta un momento determinado, ostentasedicha titularidad y estando aún vivo, por determinadas circunstancias dejara paso a su sucesor natural.
De existir esa norma, hubiéramos resuelto un problema que desde la abdicación consensuada nos está golpeando en mayor o menor medida yactualmente de forma insostenible. Se hubiera separado la institución de lapersona sin tener que inventarse soluciones que, con todos mis respetos, noestán bien asesoradas. Un favor que tenemos que agradecer a los que velan nuestro sueño.
Podemos decir y explicar como queramos lo que ha sucedido y está sucediendo pero el mensaje que está llegando en los últimos seis años y en lo que llevamos de este nefasto año con más fuerza es que con las soluciones que se están adoptando conllevan la convicción de la propia culpa que, presuntamente, se ha cometido.
Como señala Javier Cercas, si antes se trataban cómo un “tabú” las acciones del monarca, ahora no se esperan a ser juzgadas ni condenadas por quien solo puede hacerlo. Se deja correr la sospecha y que embadurne lo que tenga que
embadurnar.
Si el rey renuncia a su herencia y retira la asignación que tenía el emérito, ¿no está asumiendo que hay algo ilícito en la conducta de su padre? Está castigando con esa acción una supuesta conducta y rizando el rizo, se le abre la puerta no solo para abandonar su residencia habitual que quizáno tendría porque seguir residiendo en ella, sino que se le invita a marcharse de su país como un peaje que tiene que pagar por alguna falta.
Sin juzgarle se le somete a una condena ¿Lo siguiente será proclamar una damnatio memoriaecomo se hacía en el senado romano? En algunos lugares ya se han realizado labores en ese sentido.
Estamos acostumbrados a ver a personajes de nuestra vida pública sentarse en los banquillos de los tribunales. Algunos han sido condenados y otros no. Incluso se ha condenado a un partido político. No ha sido necesario poner cortafuegos ni chapuzas para salvaguardar lo que es institucional de lo que es personal. A nadie se le ha condicionado para salir por una puerta trasera. Todos han estado amparados por la legislación vigente y han esperado a ser juzgados, o no, en su país y en sus domicilios.
El que fuera coautor de un guión que había que estar modificando continuamente dependiendo de los acontecimientos que se sucedían de un día para otro; aquél al que se le denominó “Juan Carlos el breve” y al que se leaceptó como garante de un estado con ansias de libertad, avalado, inclusopor republicanos. “El comunismo es perfectamente compatible con la monarquía siempre que ésta sea democrática y constitucional,” decía unrepublicano que despejó dudas en un mitin en Málaga en 1977.
Ese hombre que hoy purga sus penas y pecados cierra el círculo como empezó. En tierras extrañas, en el extranjero. Esto nos lo podíamos haber ahorrado.
Nicolás Galán Serrano