La cogida mortal de Joselito el 16 de mayo de 1920 en la plaza de toros de Talavera de la Reina ha tenido una amplia difusión en periódicos y revistas taurinas, tanto cuando se produjo el hecho como posteriormente. Asimismo, la fama del torero y su trágica muerte ha generado una amplia y diversa bibliografía a lo largo de los años. Entre los textos publicados, destacan los sentidos versos dedicados al maestro por poetas como Gerardo Diego, Rafael Alberti o Miguel Hernández.
Rafael Morales"oyó hablar de Joselito cuando se arrastraba a gatas para dar los primeros pasos", como había escrito María Fernández Sanguino en Temas españoles. Anécdota que fue recordada en la entrevista que se realizó al poeta talaverano y que se publicó en marzo de 1977 en Provincia, revista de la Diputación Provincial de Toledo.
Rafael Morales señaló que su madre le recordaba que a los siete años ya componía inocentes poemitas, como uno que hizo a los gorriones que bajaban al patio de la casa, donde había un melocotonero, enredaderas, rosales, pilastras, geranios y hortensias. Plantas que cuidaba amorosamente su madre en la casa del “famoso don José (Fernández Sanguino), prestigioso médico de Talavera”, que se la tenía alquilada a sus padres y se encontraba en la calle del Cardenal Loaísa.
En relación con sus poesías de toros, indicaba que fue cosa del azar. Empezó una mañana al pasear por el ferial de ganados de Talavera un día primero de agosto de 1940 y ver a unos toros moruchos, nerviosos e inquietos. El toro es un animal que le gustaba mucho, por lo que, al aproximarse, uno de los vaqueros le advirtió que no se acercase, que eran de cuidado, no eran mansos. Recordaba que los vio acometerse y le impresionó la estampa. Cuando terminó la comida de aquel día, subió a su cuarto y escribió "El toro", el primer soneto que compuso en su vida.
Esta composición llegaría a ser la poesía inicial de "Poemas del toro" con el que alcanzó su primer triunfo. En el libro, según comentó el académico Fernández Almagro, no hay nada apenas de estampa taurina y sí mucho del toro como fuerza, en erecto, de la naturaleza, no confinado en dehesas y cosos, sino en plena libertad de su ser biológico.
Es, por eso, un libro táurico y no taurino.
Con esta obra, impresa en 1943, daba comienzo la Colección Adonais de libros de poesía que había de alcanzar alto prestigio. El tiempo y nuevas sensaciones habían desvanecido la sombra de Joselito en la arena de Talavera.