Merece la pena
Muchas cosas merecen la pena. La educación en general merece mucho la pena, sobre todo la implicación en ella de los padres con hijos pequeños o más mayores. Constato que hemos tenido muchos fracasos en la educación; también en la educación en la fe. Pero, creo yo, es importante animar a los padres en esta tarea, porque hace tiempo que nos hemos dado cuenta de que los poderes públicos no educan; a veces no saben. Basta ver el inicio de curso en el pasado mes de septiembre.
Tal vez nos valga, o valga a los padres (y abuelos), la experiencia de los meses de confinamiento, con los colegios cerrados, pero con clases “on line”. Por lo que he leído, en esta experiencia ha habido de todo. Pero conviene considerar alguna lección provechosa que puedan los padres sacar, por si les ayuda ahora, con todas las dificultades de colegios abiertos, con “clases presenciales” y también recibidas en casa por las redes, que los profesores o “maestros” dan.
Muchos padres han podido saber cuánto ha cambiado la enseñanza, para adaptarse al ritmo de los tiempos, y les ha podido venir bien escuchar a los profesores dar clase a sus hijos, viéndolos en el ordenador. Una cosa es hablar con ellos y otra atenderles cuando dan clase a los chavales o jóvenes. ¿Habrá entrado un poco la educación en casa cuando la familia estaba también en casa? En tal caso, habrá venido bien descubrir lo intensa e importante que es la educación, sus problemas y cuántos desafíos contiene. Tal vez los padres en general mantienen con profesores y colegios una relación que no va más allá de ciertas reuniones. En el confinamiento, es posible que esta relación se haya hecho más presente, porque la habéis tenido delante de vuestros ojos. ¿Cómo está ahora esa relación, tras un mes de haber comenzado ya el curso?
¿Habéis visto dar clase a vuestros hijos en ese tiempo de confinación? En mi opinión, esa experiencia os habrá permitido entender lo importante que es el colegio en la educación de vuestros hijos. Todos vosotros, lo sé, tenéis poco tiempo y bastante es sacar adelante vuestra casa con vuestro trabajo, si lo tenéis. De todas formas, siempre es provechoso poner fin a alguna actitud grotesca de muchos padres que hacen de “sindicalistas” de sus hijos alimentando esos tribunales permanentes que son los chats de quejas a los profesores, al director o al consejo escolar. Mejor es relacionarse con ellos directamente. A veces la distancia entre padres y colegios debería ser menor.
Conocemos que en la mayoría de los países de nuestro entorno han decidido que los alumnos vuelvan a clase en el nuevo curso. No quiero entrar en materias que no me competen. Eso no me impide decir que la educación ha sido una de las cuestiones peor gestionadas por el gobierno y los gobiernos. Ha habido una tendencia a posponer los problemas. Nos han preocupado más la fecha de reaperturas en tantos ámbitos económicos, sin duda necesarios, que afrontar con más decisión esta otra reapertura. De todas formas, había que empezar, con criterio y sin correr riesgo. Dios quiera que se cumplan los planes, y así lo pido en la oración al Señor, porque volver a clase es absolutamente prioritario.
Deseo para los padres una nueva sensibilidad sobre la centralidad de la educación; a ello ha contribuido, en mi opinión, la experiencia “en vivo y en directo” durante el confinamiento. Lo queramos o no, a nivel político el debate sobre la reapertura ha sido otra vez penoso. El tema central ha sido siempre el distanciamiento social entre los niños o jóvenes y poco más. ¿No tienen la sensación que se ha acabado por descargar responsabilidades en los directores de los centros y en los profesores? No podemos contentarnos, pienso, con definir la distancia entre pupitres o con ocupar otros espacios. Es una preocupación lógica. Pero tiene que haber más.
Hay que preguntarse también en qué consiste la función educativa en este momento de cambio histórico como el que estamos viviendo, alejando de la escuela todo ensañamiento ideológico. Pero sobre esto no hay debate. Solo una nueva ley de educación, sin mesa de diálogo. La historia se repite: el gobierno por mayorías busca como sea imponer su ley, con trabas siempre a la enseñanza concertada y a sus colegios. ¡Menuda perspectiva! Pero no hay que desanimarse. Ha sido importante la vuelta a clase, con elementos creativos y con amor al conocimiento y a la educación de vuestros hijos. Tenemos tal vez sobredosis de elementos técnicos, de reglas organizativas. No olvidemos que el colegio es un lugar donde también se forma y se hace ciudadano de esta sociedad nuestra. Merece, pues, la pena que se haya vuelto a clase.
Vosotros, los padres y los profesores, sin duda necesitáis que la sociedad os anime en vuestro empeño nada fácil en este nuevo curso escolar. Como padres cristianos sois la Iglesia católica y su presencia en la escuela pública y en la escuela concertada. De corazón os digo que pido al Señor por vosotros. Solo unidos podemos ganar algunas batallas de la lucha de la vida. Pero no olvidéis lo que indicó Miguel de Montaigne, ya en siglo XVI: que más vale una cabeza bien hecha que una cabeza bien llena. Yo me atrevo a añadir que también son necesarios el corazón y el amor, que lleva consigo la fe en Cristo. Nos traen la libertad.
Braulio Rodríguez Plaza. Arzobispo emérito de Toledo