Cuenta la leyenda popular que en la localidad toledana de Polán hay tantos fantasmas que parecen salir de la tierra como tubérculos y si se hiciese una “radiografía mortuoria” saldría a la luz la siguiente tropa fantasmal:

Los cuatro fantasmas-hidalgos Manos Muertas: Alpuébrega, Daramazán, Portusa y Ventosilla, desnudos, sucios, esqueléticos, con la mirada triste y las manos de piedra negras como el carbón.

El pensativo El abuelo de Benito Pérez Galdós encaramado en las almenas del castillo para otear el horizonte de La Mancha.

El dramaturgo Lope de Rueda asomándose, melancólico, a la ventana de su casa solariega.

Los cinco polanecos ahogados en la riada del 30 de agosto de 1926 llevándose las manos al cuello en los aledaños del arroyo del Conde.

Los polanecos de derechas caídos en la Guerra Civil discutiendo por el orden de sus nombres en la cruz conmemorativa de la iglesia.

Los polanecos rojos muertos durante la contienda, fusilados en la posguerra y fallecidos en cárceles, campos de concentración y en las partidas de maquis.

Los dos polanecos que perdieron la vida en el campo de concentración nazi de Mauthausen-Gusen.

El viejo Benancio que durante la guerra entre derechas y rojos fabricaba en el pueblo billetes rojos de 25 céntimos, verdes de 50 céntimos y marrones de 1 peseta.

El primogénito de Benancio, víctima de un accidente en el aeródromo siendo piloto militar.

La niña y el viejo fallecidos de hambre frente a la iglesia en la posguerra.

Y la Piedad de Polán, que vive en un cuadro del pintor Luis de Morales el Divino. Esta imagen de Nuestra Señora de la Piedad creada bajo el mecenazgo de Felipe II fue depositada por el azar en manos del capitán de barco Vicente Díaz de Burgos, nacido en Polán en septiembre de 1712 (la adquirió por dos reales en un anticuario extremeño).

Este polaneco trotamundos se estableció en México tras una vida surcando los mares. Desde allí donó a su población natal la Piedad, en un marco de plata que desapareció un siglo después, durante la Guerra de la Independencia, siendo reemplazado por una moldura de los Talleres Reales (en aquella época había muchos sirvientes polanecos en la Corte).

Se ignora por qué el cuadro partió de México en 1768 y arribó a Polán cuatro años más tarde, el 13 de octubre de 1772. Luego el arzobispo de Toledo, mostrando un interés “muy personal”, se apoderó de él haciéndolo objeto de unos supuestos hechos milagrosos y el arzobispado lo retuvo desde julio de 1834 hasta julio de 1877.

La Piedad del Divino Morales desapareció durante la Guerra Civil, y en la posguerra reapareció en poder del heredero de los Alonso, una de las familias más ricas e influyentes de Polán, quien la entregó a la parroquia de San Pedro y San Pablo.

Según la leyenda el fantasma, aunque los polanecos lo designan con el nombre del tema pictórico, la Piedad de Polán, no es la Virgen, sino el dios mexicano Tlaltecuhtli, Señor de la Tierra, que se enamoró de ella durante el tiempo en que el cuadro estuvo en México.

Viajer@, si al contemplar el cuadro miras fijamente la túnica azul de la Virgen, entrarás en profunda meditación y quizá el fantasma te cuente su secreto…

~~~Al lector que le guste esta leyenda, que la tome como prenda~~~

Fernando Claudín di Fidio. El Escritor de Sombras