De esta crisis que hará historia, quedarán dos conclusiones claras: el daño que puede hacer un virus y el daño que puede hacer la irracionalidad.
También quedarán en el recuerdo asociaciones pintorescas, nunca sospechadas, como la que une (respetando una costumbre con solera) la Navidad cristiana y el negocio. De manera que lo que hay que salvar no es al niño migrante en su pesebre de paja (hoy viaja en patera), sino el consumo descocado propio de estas fiestas. La bolsa y no la vida.
Y ese otro escándalo mayor:
Lo mal que lo están pasando aquellos a los que no les falta de nada. Si acaso un polo de Lacoste, gris marengo.
O esa extraña parodia de la defensa de la "libertad" (así llamada) en boca de los nuevos bárbaros.
Son binomios incongruentes y un tanto chocantes pero muy habituales en esta época que nos ha tocado vivir, que si no fuera trágica sería cómica.
Época que en el sentir de Umberto Eco nos lleva por la vía rápida "De la estupidez a la locura", o lo que es lo mismo: del neoliberalismo a sus consecuencias.
Todo virus constituye una extraña forma de vida, carente de emociones pero dotada de una maquinaria perfecta. Parece tan ajeno a nuestras pasiones humanas como un cristal. De hecho cuesta reconocerlo como algo vivo. Parece habitar un mundo recóndito, mineral, pertenecer a otro reino, profundo e invisible, pero a veces algo le despierta y agita su sueño, entonces salta a nuestro mundo, vibra, y se reproduce.
Otro tanto ocurre con la irracionalidad. Siempre esta ahí, latente, enquistada en lo más profundo de nuestro cerebro primitivo, predispuesta a aflorar, y también a reproducirse y contagiarse.
Alimentada por la desidia o utilizada por la conveniencia, a veces se despereza (o la desperezan), y luego solo es necesario una chispa, como excusa de una estrategia política por ejemplo, y explota como un fuego que lo invade todo.
Se trata de otro tipo de contagio, pero la irracionalidad se propaga a veces a la misma velocidad que un virus.
A nadie se le oculta que la ultraderecha se pasa el día levantando chispas para este incendio. Lo cual no es de extrañar porque ya en el mismo inicio de este gobierno pedía un golpe de estado, y garantizaba otro para antes de Navidad. Aunque quizás se trate del mismo golpe reciclado, el eterno retorno de lo mismo.
Ahora bien, toda pandemia tiene su principio aunque nadie la tome en serio en sus primeras fases. Gran error. Miren si no a Trump y luego vean estas frases de Bush recogidas por Umberto Eco en el citado ensayo:
"Si no tenemos éxito, corremos el riesgo de fracasar".
"Es tiempo para la raza humana de entrar en el sistema solar".
"No es la contaminación la que amenaza el medio ambiente, sino las impurezas del agua y del aire".
"He hablado con Vicente Fox, el nuevo presidente de México, para tener petróleo que enviar a Estados Unidos. Así no dependeremos del petróleo extranjero".
"¿Ustedes también tienen negros?" (al presidente brasileño Fernando Cardoso).
"Uno de los denominadores comunes que he encontrado es que las esperanzas surgen en torno a lo que se espera".
Ahora reflexionen y díganme si lo de Trump se veía o no se veía venir. Si este energúmeno no es al fin y al cabo la guinda del pastel.