Muchos de nosotros nos hemos despertado estos meses pensando que todo era una pesadilla. Que no era posible que a nuestro primer mundo, a Europa, a España, a Castilla-La Mancha, hubiera llegado de la noche a la mañana una pandemia mundial. Que un virus llamado SARS-CoV-2 nos tuviera confinados en nuestras viviendas, saliendo a la calle con temor y cubiertos por mascarillas, mientras la curva de decesos cimbreaba sin terminar de caer. Que la palabra “rebrote”, “PCR” o “distancia social” formarían parte del vocabulario del conjunto de la sociedad, de nuestros niños de Primaria a nuestros ancianos. Esta nueva enfermedad decidió, en un tiempo récord, formar parte de nuestra vida cotidiana para coartarla y, en el peor de los casos, segarla.

La esperanza para esta situación de miedo, incertidumbre, de crisis sanitaria y de debacle económica se llama vacuna. Una vacuna que nos librará del dolor de ver a nuestros iguales enfermar con un abanico de secuelas que no termina de perfilarse y a nuestros mayores morir en soledad, de no poder relacionarnos con nuestros seres queridos. Una vacuna que nos permitirá volver a la prosperidad, al crecimiento y a la esperanza.

Por eso, mientras el mundo intensifica los esfuerzos para encontrar una vacuna contra la COVID-19, no podemos permitir que millones de niños y niñas mueran por enfermedades para las que existe ya una vacuna. Eso que ahora ansiamos para acabar con el coronavirus ya existe para muchas otras enfermedades. Parece obvio, ¿no? Pues se olvida. Se nos olvida. Si luchamos por una vacuna contra la COVID-19, luchemos también para que las que ya tenemos se apliquen, sobre todo a la población infantil.

Y se preguntarán ustedes, ¿por qué? No les voy a abrumar con los datos. Ni les voy a detallar que solo la vacuna contra el sarampión ha evitado más de 21 millones de muertes entre 2000 y 2017. Ni que, gracias a las vacunas, muchos de nosotros hemos tenido la suerte de crecer sin ver morir a familiares o amigos, o sufrir discapacidades de por vida como las que pueden derivarse del sarampión o la poliomielitis. Solo les voy a decir que enfermedades altamente contagiosas como la difteria, la polio o el sarampión, ya eliminadas en algunos países, pueden volver si no vacunamos. Por eso lanzamos la campaña #PequeñasSoluciones, porque nuestro objetivo es que ningún niño muera por una causa que se puede prevenir con algo tan sencillo como una vacuna, algo por lo que hoy el mundo entero se desvive por conseguir.

Gracias a la maldita COVID el mundo ha entendido que las vacunas salvan vidas. Por eso, desde UNICEF tenemos que contarles que todavía unos 14 millones de niños y niñas en el mundo no reciben ninguna vacuna y están expuestos a enfermedades y muertes prevenibles. Lamentablemente, la respuesta a la pandemia ha sobrecargado muchos sistemas de salud y ha producido que se interrumpan servicios de vacunación en todo el mundo. Se estima que al menos 80 millones de niños menores de 1 año están en riesgo de contraer enfermedades como la difteria, el sarampión o la polio. Tú puedes ayudarnos a revertir esta situación. No es un problema de un colectivo que te es ajeno; la salud se entiende -como estamos viendo en esta pandemia- en términos globales. Todos sumamos.

Te invitamos a meditar sobre todo esto y a conocer más nuestro trabajo en www.pequeñassoluciones.es. Haciéndote socio de UNICEF nos ayudas a salvar millones de vidas.

En un día como hoy, en el que conmemoramos el Día Mundial de los Niños, te animamos a sumarte a los más de 14.700 socios de UNICEF en Castilla-La Mancha, a los 404.700 socios que apoyan nuestro trabajo en toda España. Tenemos #PequeñasSoluciones para grandes problemas que afectan a la infancia y te necesitamos.

Joaquín M. Sánchez Garrido. Presidente de UNICEF Comité Castilla-La Mancha