¡La vida! Hay una película de Antonio Molina en la que, ante distintos aconteceres de la vida, él siempre argumenta “¡La vida!” y con ese argumento nos sorprendemos a nosotros mismos respondiendo muchas veces a circunstancias vitales, unas veces sencillas y otras no tanto. La vida es un camino en el tiempo en el que se suceden avatares y experiencias que nos van conformando. Cada instante es como un paso, pero a diferencia del paso, el instante sucede queramos o no queramos.
El concepto de la vida es muy amplio, basta mirar todas las posibles acepciones del término que aparecen en el diccionario de la RAE, pero además, a día de hoy está repleto de relativismo y de incongruencias.
Entendemos que la pena de muerte o el suicidio son atentados contra la vida, independientemente de que se trate, en el primer caso, de acabar con la vida de otro, porque lo dicta la justicia, o en el segundo caso, de eliminar la propia vida porque uno se encuentre en una situación vital con la que no puede o no quiere seguir adelante (al menos así es en nuestra cultura). Todos hemos asumido que hay que estar en contra de la pena de muerte y muchas personas siguen luchando para evitar este tipo de condenas allí donde todavía perduran. También tenemos claro que si vemos a alguien intentando suicidarse vamos a hacer lo posible por evitarlo y, por supuesto, que si nos pide ayuda le intentaremos ayudar, pero a que no lo haga.
Sin embargo, cuando se trata de la vida de un ser humano que aún no ha nacido el mundo de hoy ha decidido que no merece el mismo respeto, y con la nueva ley de eutanasia lo mismo va a suceder con la vida de quien por alguna circunstancia se encuentre en situación de debilidad o decadencia; esa vida dejará de merecer respeto. La innegociable igualdad tiene aquí un grave escollo: en este momento histórico no es igual de respetable y de defendible una persona dependiendo de en qué situación y/o en qué momento se encuentre su vida, su estado vital.
Pero no nos compliquemos demasiado, pensemos simplemente que la vida es para vivirla, así de sencillo… y así de complejo. Esta es la paradoja que remarca la palabra “misterio” en la frase de postal “La vida no es un problema para ser resuelto, es un misterio para ser vivido” de la que desconozco el autor. El misterio que supone vivir el siguiente instante, el próximo momento, el próximo acontecimiento. El misterio de lo que no se ve, de lo que no está bajo nuestro control, de lo que está más allá. Un misterio que nos rodea y que nadie puede vivir por otro, cada uno tiene su propio misterio, su propio camino, su propio tiempo.
Hagamos simplemente lo que otra frase popular nos dice: “Vive y deja vivir”. Y ante las diversas circunstancias que nos depare cada momento podemos responder con sencillez ¡La vida!