"La Tiranía del Mérito" es un excelente libro del Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2018 Michael J. Sandel, catedrático de filosofía política en Harvard.
El libro analiza por qué la política progresista americana, de los últimos años, ha perdido peso en defensa del bien común y el civismo, debido a la incapacidad, cada vez más acusada en todo occidente, de influir positivamente en la moralidad, en aras a una neutralidad, mal entendida. Sandel concluye que esta postura política dificulta la responsabilidad social.
Sandel trata de distanciarse del influyente y todo poderoso J. Rawls, también profesor en Harvard, sobre todo de su famosa obra: Teoría de la Justicia. En el fondo Sandel viene a concluir que en occidente aparecen políticas populistas (Brexit, Trump…) por el desencanto de las políticas en las que toda la moralidad social es entregada al mercado: globalización como dogma total. Es como si se hubiera claudicado a la política del bien común a favor del mercado. Es decir, Sandel se opone a las políticas que resumen la archiconocida frase: “es la economía estúpido”, utilizada en la campaña de Clinton que tan buenos réditos electorales le proporcionó.
Es sorprendente que Sandel cuestione con serios argumentos la ética meritocrática preguntándose: ¿por qué quienes ascienden debido a su talento son recompensados desproporcionalmente por el mercado, en relación a personas iguales o más esforzadas pero menos dotadas? Esto lleva aparejado –según Sandel- una soberbia de las élites occidentales que son humillantes para millones de perdedores, generando un “volátil caldo de ira y resentimiento del que se alimenta la protesta populista”.
Para Sandel todo empezó cuando Den Xiaoping, M Thacher y R Reagan liberalizaron los mercados, globalizándolos, el mérito pasó a depender del mercado. El resultado en EEUU es sobrecogedor, “…el 1% más rico de la población absorbe más renta que el 50% más pobre”. O de otra forma: el 20% de la población más rica recibe el 62% de la renta, mientras que el 20% recibe el 1,7%. Quizá ahora se entienda por qué ganó Trump. Todos los nacidos en las décadas de los 40 y 50 ganaban más de adultos que sus padres pero los nacidos en los 80 y 90 sólo la mitad supera la renta de sus padres (creo que en España la brecha sería más pronunciada). Esto ha provocado que EEUU de tener la mayor movilidad económica y social haya caído dramáticamente.
Si la esencia del ideal meritocrático no es la igualdad sino la movilidad, entonces, en aras a la justicia queda cuestionado el concepto mismo de libertad porque el talento innato y la riqueza familiar determinarán el estatus social más que el esfuerzo.
Sandel dice que tanto el “liberalismo de libre mercado” (neoliberalismo en Europa) es decir los partidos conservadores como el “liberalismo igualitario” (partidos de centro izquierda), han ofrecido una “teoría del bien común lo bastante robusta para contrarrestar la soberbia y la humillación a las que nos hacen proclives las meritocracias”.
El ensayo compara el concepto de mérito como fundamento de la justicia tanto en Hayek como en Rawls y Keynes. Y concluye que tanto Rawls como Hayek, aunque difieren en lo político, coinciden en señalar el mérito como fundamento de la justicia social. Porque ambos coinciden con múltiples matices, en que el valor del mercado es el que mejor representa la contribución social ya que el mercado retribuye a cada individuo según su trabajo. Hayek ya había reconocido que aunque la riqueza de cada individuo no es indicativa de su mérito, sí lo es el valor superior de su contribución a la sociedad. Sandel cita a Frank Knight profesor en Chicago de Milton Friedman y otros economistas libertarios, Knight aseveró: “… la contribución productiva puede tener una significación ética escasa o nula”.
Sandel concluye que el éxito de ganar dinero no cuantifica nuestro mérito y por ende nuestra contribución social. La astucia, la oportunidad, el talento, la suerte, el coraje o la determinación pueden ser la amalgama de condiciones que satisfagan las necesidades de las demandas de consumidores. Ahora bien satisfacer la demanda de los consumidores no es valioso éticamente en sí mismo dependerá “del estatus moral de los fines a los que esté sirviendo”.
Sandel concluye el libro con la historia de Henry Aaron, uno de los más grandes jugadores de béisbol de la historia, Henry pasó de ver ceder a su padre obligatoriamente su sitio en la cola a cualquier blanco…a convertirse en uno de los mejores bateadores de béisbol. Su biógrafo concluye que la sociedad justa es una sociedad meritocrática y Sandel arremete considerando que es un error. “La moraleja de la historia de Henry Aaron no es que deberíamos amar la meritocracia, sino aborrecer cualquier sistema de injusticia racial que solo se pueda huir anotando home runs. La igualdad de oportunidades es un factor corrector de la injusticia necesario desde el punto de vista moral. Pero es un principio reparador, no un ideal adecuado para una sociedad buena”.
Juan M. Delafuente