Nunca en la historia de Europa se dio un momento más propicio para armonizar una estrategia común entorno a los bosques. En las últimas décadas, los bosques y las políticas forestales han sido claramente los grandes damnificados frente al crecimiento descontrolado de otros sectores que han sido capaces de aportar más vigor al rápido crecimiento de nuestra economía, pero alejados de los criterios de sostenibilidad que la propia ciencia forestal ya incorporaba desde el siglo XIX.
Paradójicamente, lo que esos otros sectores de nuestra economía sí hicieron fue mermar mucho todo aquello que los bosques nos dan: biodiversidad, protección de los suelos, regulación hídrica, absorción de dióxido de carbono, paisaje.
También dejaron de aprovecharse y de gestionarse muchos montes porque su madera y sus resinas fueron sustituidas en el mercado por otro tipo de materiales, frecuentemente derivados del petróleo, o en el mejor de los casos importados de terceros países, a precios inferiores.
Pero, sin duda, las crisis son también oportunidades, y vividas ya unas cuantas no debemos esperar más, es tiempo de cambiar definitivamente el rumbo. No en vano, a la crisis climática mundial, se sumó la crisis financiera y económica de 2008, y a éstas, la pandemia de la COVID-19; y en paralelo nos hemos enfrentado en el último medio siglo con la pérdida global de biodiversidad y también al creciente despoblamiento de las zonas rurales de la España interior y al envejecimiento poblacional de nuestro país.
En definitiva, demasiados varapalos como para seguir ignorando el papel de nuestros bosques, de los públicos y de los de titularidad privada. Es tiempo de reactivar el papel de los bosques para incorporarlos a un nuevo modelo económico circular y verde que corrija los defectos del actual modelo económico lineal y del color del petróleo.
En Castilla-La Mancha contamos para ello con más de tres millones y medio de hectáreas forestales, de las que 2,7 millones lo son arboladas, el resto son matorrales, montes abiertos y pastizales que añaden al paisaje de nuestra región una diversidad biológica y paisajística de valor incalculable y que, en conjunto, representa casi el 45 por ciento de la superficie total de la región.
De esta superficie forestal, una gran parte está dedicada especialmente a la conservación, de hecho, casi la cuarta parte del territorio de la región forma parte de la Red Natura 2000, de tal manera que estos datos ponen de relieve el gran patrimonio natural que tenemos en nuestras manos y con él que estamos obligados a comprometernos por su conservación y uso sostenible.
Conscientes de la importancia del momento, desde el comienzo de esta legislatura hemos puesto en marcha diversas medidas encaminadas a la reactivación del sector forestal de la región y la puesta en valor de la biodiversidad forestal.
Así, nos hemos incorporado como socios a EUSTAFOR, la Asociación Europea de Administraciones y Empresas Públicas Forestales, y también hemos retomado nuestra participación como socios en FSC-España. Además, hemos conformado la mesa de la madera y la mesa de la resina de Castilla-La Mancha, precisamente para reactivar ambos sectores, siempre bajo parámetros de gestión forestal social y ambientalmente responsable; por ello hemos apostado también por la certificación forestal como herramienta para garantizar la sostenibilidad y para visibilizar el papel de los bosques ante la sociedad, y también sin perder de vista que la biodiversidad es una prioridad en la gestión de nuestros ecosistemas forestales.
Y, así, también estamos trabajando en la identificación de los rodales próximos a su madurez y de los árboles singulares con los que conformar una red de especial valor para la región por su contribución al conocimiento y a la conservación biológica.
Todo lo anterior viene a enmarcarse en la filosofía que esperamos de la próxima Estrategia Forestal Europea, actualmente en discusión, donde esperamos un equilibrio razonable entre gestión, conservación y uso racional de las masas forestales, y sobre todo una apuesta clara por los bosques, sus productos y servicios, en la economía de la Unión Europea.
Una Estrategia de la que esperamos salga también una orientación común que permita coordinar y alinear las políticas forestales de las regiones y de los países europeos con el resto de las políticas de la Unión, especialmente en materia de biodiversidad, cambio climático y desarrollo rural, pero también con las políticas económicas e industriales, pues los bosques, el sector forestal y todo lo relacionado con el medio natural, está en la base de ese camino hacia el Pacto Verde Europeo o ‘Green Deal’, donde se da forma a la tan esperada bio-economía circular.
Y, por último, también la nueva Política Agrícola Común (PAC) que se está diseñando actualmente parece querer alinearse con la puesta en valor de los bosques, por su gestión y su protección frente a los incendios forestales, en sincronía con los objetivos y la propia financiación del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Unión Europea.
En definitiva, es tiempo de más bosques.
José Luis Escudero es consejero de Desarrollo Sostenible