Lamentablemente volvemos a ver la incapacidad de la Unión Europea de acordar una estrategia común y abordar un problema que afecta a todos y cada uno de sus miembros. Comprobamos que sigue siendo un gigante con enormes y pesados pies de hormigón, que reacciona como reaccionó Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, ante el desplante del presidente turco Erdogan a su colega Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. Como el que ve pasar una vaca desde un tren.

Es triste para los que estamos convencidos de que las soluciones a los problemas y retos que se nos plantean y se nos plantearán en el futuro pasan por la Unión Europea ver que, salvo para aspectos económicos y comerciales, Europa mira para otro lado. No reacciona.

La Agencia Europea del Medicamento, organismo creado para unificar y regular los medicamentos en toda Europa, es la encargada, en base al trabajo de su personal científico con la colaboración de las agencias de los países miembros, de la farmacovigilancia de todos los medicamentos aprobados y en circulación por todos los estados que forman el espacio europeo.

Inexplicablemente, las naciones europeas no hacen caso a los informes avalados por estos científicos. No hacen caso a este organismo regulador europeo y amplifican la confusión bajo la atónita mirada de las autoridades europeas, desembocando en que cada uno haga lo que le plazca, incluyendo la posibilidad de adquirir otras vacunas fuera de las procuradas por la Unión, lo que conllevaría una lucha de precios y disponibilidades, algo que ya hemos conocido al principio de la crisis.

Nuestra ministra de sanidad no se cansa de repetirnos que todas la vacunas son eficaces y seguras pero no se escucha a sí misma, ya que ella fue junto con los consejeros de sanidad de las comunidades autónomas la que paró la vacunación y volvió a dar una voltereta a la estrategia que se tenía aprobada. El cuento de la lechera, que escasas horas antes nos había contado el presidente del Gobierno de nuestra nación, afirmando que el 31 de agosto llegaríamos a tener el 70 % de la población inmunizada, quedaba en suspenso. Falta por ver como terminará la estrategia con la vacuna de Johnson, que llegará el próximo martes a nuestro país envuelta ya en polémica por los mismos supuestos efectos secundarios.

Continua diciéndonos la ministra que todo se realiza y se realizará teniendo en cuenta la evidencia científica. No sé a que científicos tiene ella en cuenta y en consideración. A los de la Agencia Europea del Medicamento desde luego que no les hace caso, y a los técnicos de su Ministerio parece que tampoco. Quizá esté buscando a alguno que la cuente lo que quiere oír.

Nuestro presidente regional comentó desde Canarias que la gente está mucho más tranquila de lo que cuentan los medios de comunicación con este lío de AstraZeneca. Supongo que él lo sabrá, tiene los datos a su alcance y verá si ha incidido el volumen de vacunación con dicha vacuna, pero lo que no sabrá y debería saber es la desazón que esta produciendo en las personas que se van a vacunar con ella.

Vacunación que se producirá y se esta produciendo por el convencimiento y la apuesta de la gente por terminar con esta pesadilla, pero no por la confianza que se esta trasmitiendo desde los organismos encargados de buscar soluciones a esta crisis. ¿Qué pasará con los miles de personas, “personal esencial” a los que se les ha inyectado la primera dosis? ¿Sabe nuestro presidente lo que esta pasando por sus cabezas? ¿Tiene algún mensaje para despejar sus enormes dudas? O simplemente les remitirá a las reflexiones de la ministra. “Hay tiempo”. “Se estudiará”.