La última primavera
Tijeras de punta redonda, reglas, gomas y lapiceros, sonrisas, preguntas y algún cuchicheo, olor a cerezo, cartulinas y pegamentos de barra, Con el pecho encogido y la sonrisa amable, sabor agridulce en boca, mientras ayuda al más rezagado a recortar y pegar las flores que pegará en el mural de su aula, levanta la mirada pareciendo que el tiempo se hubiese parado para que la misma primavera pudiera dedicarle a todos sus sentidos el último y merecido homenaje a quien a tantos enseñó tanto sobre ella, a quién consiguió que todos les escribiera, le contara, entendiera y valorara.
Son ya treinta y siete años dedicados a ella, y aunque a su primavera le cambiaran siete veces siete de tierra, de abono, de macetas, jardinero, y un sinfín de rosas y espinas, en su despedida, la mira con la indulgencia y sabiduría de quien sabe que es la misma primavera que conoció hace veinticinco años, consciente que la octava vez también será la misma.
Por sus manos han pasado pizarrines, pizarras negras, blancas, lavables, led y digitales, ordenadores para compartir y personales, borradores de todo tipo, de madera, typex líquido y de cinta, también de ratón y botón. A todos se hizo y con todos nos enseñó su esplendor volviendo a su aula cada año, con sus característicos colores, sonidos, olores, sabores y texturas.
Pero por sus manos también pasó la primavera más invernal que en sus treinta y siete años conoció, la que no dejaba enseñar el aroma a tomillo ni la suavidad de los pétalos en flor, los paseos al campo ni las meriendas bajo las encinas, la primavera más triste, la primavera que no olvidará, la primavera que no olvidaremos.
Hoy mientras, el tiempo se ha parado para ella en ese mágico instante, recuerda al compañero que debía haber estado a su lado, el que no puede estar hoy junto a ella recortando con tijeras de puntas redonda los pétalos que colgar en su mural porque un maldito invierno de abril así lo quiso.
Muchos y muchas miran hoy con cariño y nostalgia las primaveras pasadas, los esfuerzos, los sinsabores, las alegrías y las tristezas pero aunque pudieran aguantar un poco más, una primavera más, quizás la incertidumbre a primaveras venideras, no sólo por inviernos aciagos han aumentado considerablemente las jubilaciones docentes.
Por todo esto y por todo ello, gracias a todas las primaveras que han ayudado a crecer a tantas flores.
Satur Acosta(ANPE).Maestro de Escuela