Un 17 de mayo como hoy, pero en 1990, se produjo un hecho fundamental en el reconocimiento de la dignidad y los derechos de las personas LGTBI: la Organización Mundial de la Salud retiró la homosexualidad de su clasificación internacional de enfermedades, lo que convirtió a esta jornada en el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia.
Ojalá, tantos años después, no fuera necesario apelar a la conmemoración de este día porque hubiéramos logrado ya una sociedad inclusiva e igualitaria, libre de todas las formas de discriminación. Sin embargo, basta con echar una pequeña mirada al mundo para descubrir que la homosexualidad está castigada en 72 países y en 12 de ellos con la pena de muerte.
Afortunadamente, en nuestro país nos encontramos en el polo opuesto, España es considerada como uno de los países que más respeto muestra hacia la diversidad sexual. Pero aún nos encontramos lejos de erradicar la discriminación contra el colectivo LGTBI, especialmente ante el auge que están adquiriendo los discursos de odio de quienes no respetan la libertad y la igualdad de derechos de todas las personas.
Una afirmación que no es gratuita, sino que viene avalada con datos como que el 40% de mujeres lesbianas asegura haber sufrido algún tipo de agresión verbal o física; o que la mitad de las personas LGTBI en España evitan cogerse de la mano por la calle con su pareja por temor a sufrir agresiones.
Y las noticias no son mucho mejores. Hay que recordar algunas como la agresión homófoba a un hombre de 43 años por 16 personas, algunas menores, mientras proferían gritos como “fuera de aquí, maricón, te vamos a matar”; o a una mujer trans de 19 años en Barcelona a la que golpeaban mientras llamaban “travelo” y “engendro”. No puedo evitar ponerme en su piel, sufrir por ello y preguntarme: ¿Por qué tanto odio?
Como sociedad debemos condenar todas las formas de violencia, vejaciones y humillaciones hacia un colectivo históricamente estigmatizado y demostrar un férreo compromiso en algo tan sencillo como es el respeto a los Derechos Humanos. Nuestra Constitución promueve la igualdad de oportunidades, el derecho a la no discriminación y al libre desarrollo de la personalidad. Por esta y otras razones debemos sentir orgullo de un país con este marco constitucional y la obligación de desarrollar estos derechos en las leyes.
En el objetivo de construir un mundo más justo, vivible y respirable, no debemos olvidar que, en democracia, el respeto por las demás formas de ser, vivir y sentir, aunque no sean las nuestras, merecen ser protegidas. La libertad se construye desde la vida en comunidad, respetando los límites de la libertad ajena y protegiendo siempre a quienes presentan situaciones de vulnerabilidad. Y hoy, en pleno s.XXI, las personas LGTBI siguen estando más expuestas al rechazo social, a la estigmatización y a la discriminación.
Aprovechando el lema elegido para la conmemoración de este año, ‘Resistiendo, apoyando y sanando’, quiero evidenciar el compromiso del Gobierno de Castilla-La Mancha con esta lucha que se materializará en la Ley de Diversidad sexual y Derechos LGTBI, lo que supondrá, sin duda, un gran paso para seguir contribuyendo a la erradicación de la LGTBIfobia y equiparar los derechos del colectivo en nuestra región.
Este ha sido y seguirá siendo nuestro camino: transformar reivindicaciones justas en derechos que se plasmen en leyes para garantizar un marco social justo e igualitario en el que sintamos orgullo de la diversidad humana y en el que todas las personas, al margen de cualquier consideración, disfrutemos de los mismos derechos y oportunidades.
Blanca Fernández Morena es consejera de Igualdad y portavoz de Castilla-La Mancha