No todos los problemas se resuelven con un pacto, pero sí en todos los acuerdos se inicia un camino para poder hacerlo. Un pacto entre diferentes nunca ha supuesto la resolución inmediata de los problemas que señala sino la vocación de que, a partir del mismo, éstos se convierten en un objetivo compartido de país por encima de visiones partidarias, una hoja de ruta común independiente de las coyunturas políticas, renuncias programáticas de unos y de otros a cambio de transmitir confianza, seguridad y autoestima a la sociedad.
Todos los acuerdos de los que nos enorgullecemos como la Constitución, los pactos de la Moncloa, el pacto de Toledo o el antiterrorista, han tenido dos ingredientes esenciales para que fueran una receta de éxito: la máxima pluralidad de los firmantes y la constancia en el tiempo, la perseverancia en la consecución de esos objetivos.
Es obvio que por la naturaleza compleja de las materias que se pactan y por la cual misma se busca un determinado consenso, ningún acuerdo consigue el objetivo propuesto al mes de firmarlo. ¿Acaso se pudo acabar con el terrorismo al día siguiente de su pacto? ¿O en España se consolidó la democracia el mismo día que se firmó la Constitución? Por supuesto que no, pero sí que supusieron una manera de comportarse ante las dificultades, con lealtades mutuas entre los firmantes, y sobre todo la apertura de un sendero por el que todos se comprometieron a transitar juntos. Al firmar un pacto todos los agentes firmantes mostramos la voluntad de compartir una misma carrera hacia una meta común, en el que se pueden intercambiar los portadores del testigo, en la que a veces unos u otros corren por distintos carriles, pero, al fin y al cabo, el pacto obliga a avanzar, todos juntos, por la misma pista.
Pero si bien es importante firmar un pacto, lo relevante es cumplirlo y hacerlo cumplir, defender lo pactado frente a los que se plantean boicotearlo, porque tan histórica fue la firma del pacto regional por el agua con la inmensa mayoría de las organizaciones agrarias, ecologistas, comunidades de regantes o partidos políticos, como decepcionante es la actitud del PP desde su firma: ¿para qué sirve que pacte un partido en la oposición si no es capaz siquiera de defenderlo en las filas de su propia organización?, ¿qué valor añadido aporta Paco Núñez, su presidente regional, si calla cada vez que sus jefes en Madrid o en Murcia atacan el contenido del acuerdo?, ¿qué sentido tiene que el PP en Castilla-La Mancha firme una cosa para que sus propios diputados en el Congreso defiendan, firmen y voten lo contrario?
Es verdad que el Partido Popular no puede exigir que todo lo pactado se consiga en los primeros tres meses, como han hecho, en una posición entre populista e infantil, como tampoco el PSOE no podríamos exigirles que no controle que se avanza en la senda de los objetivos en los objetivos compartidos, pero sí que unos y otros nos mantengamos fieles al espíritu de lo firmado.
Porque en un pacto la carga del acuerdo no es responsabilidad exclusiva del gobierno, hay una conducta exigible a todos los firmantes para que éste se mantenga vivo, ¿qué diferencia si no a un pacto de un acto de gobierno, qué valor añadido aportaría?
Es por ello que la sociedad de Castilla-La Mancha clama cuando el presidente regional del PP, Paco Núñez, guarda silencio cuando la dirección nacional de su partido exige más trasvases, más cesiones de todas las cuencas (el Tajo o también el Júcar) al levante español.
Es por ello que Paco Núñez indigna cuando se remite a palabras huecas o regates dialécticos para evitar posicionarse claramente en la defensa de esta tierra por el miedo a que los suyos le marquen el camino de salida. ¿Por qué desaprovecha la oportunidad de los informes de Greenpeace, de la Unión Europea, del Colegio de Biólogos de la Región de Murcia, de la Universidad regional y de tantos otros que dicen que el trasvase Tajo-Segura pone en riesgo tanto al Tajo como al mar Menor? ¿Cuándo habrá otro momento como éste para que estemos todos juntos con valor, gallardía en la defensa del honor regional? ¿A qué teme señor Núñez?
No es la primera vez que Pablo Casado promete favorecer al levante frente a Castilla-La Mancha en materia de agua. Tampoco es la primera vez que Paco Núñez incumple lo pactado como cuando los diputados del PP de Castilla-La Mancha en el Congreso, hace dos meses, presentaron una propuesta que exigía aumentar, todos los meses, los hectómetros cúbicos trasvasados a Murcia. Con Cospedal, al menos, Rajoy no les obligaba a tener que retratarse con la autoría de la iniciativa, es humillante la pleitesía exigida y decepcionante el vasallaje soportado.
Porque, cuando te aproximas a un pacto, hay que tener fortaleza y principios claros, hay que tener altura de miras y creer en la sociedad a la que representas. Pero para hacerlo cumplir, además, hay que tener constancia, lealtad al gobierno de turno en la materia, un patriotismo a prueba de bombas y sobre todo agallas. ¿Cuántos de estos ingredientes le faltan al presidente del Partido Popular en Castilla-La Mancha para defender el agua de Castilla-La Mancha?
Sergio Gutiérrez Prieto es secretario de Organización PSCM-PSOE