Cuando se hace referencia al concepto de “crisis personal” desde el ámbito de la intervención en Servicios Sociales, se está refiriendo a un estado de conmoción, y de paralización que afecta a la persona y a su estado actual de convivencia, que puede provocar un desequilibrio a nivel individual y/ o familiar.
Existen múltiples factores desencadenantes de estas situaciones de crisis, que pueden llevar a bloquear e incapacitar a la persona para superar la situación con sus propios medios, precisando para ello de ayuda profesional. Las crisis personales se corresponden más bien con situaciones de carácter sobrevenido que provocan un bloqueo personal y desorganización, son los factores que la desencadenan como, por ejemplo, los de índole económica y laboral, los que llevan a la falta de expectativas personales y generan en muchos casos problemas de salud en la persona o en algún miembro de su unidad familiar, lo que puede provocar desequilibrios en la convivencia.
La carencia de recursos económicos, para poder cubrir necesidades básicas, lleva también al riesgo de pérdida de vivienda, al impago de suministros del hogar, a la imposibilidad de cubrir gastos de salud, entre otros. Todas estas situaciones pueden generar la incapacidad de las personas para manejar sus emociones y poder afrontar dichas situaciones o buscar alternativas de mejora de las mismas. En esas circunstancias, la persona ha agotado las opciones posibles que tradicionalmente venía utilizando y ante la falta de respuesta, entra en un estado de bloqueo mental, que le frustra e incapacita para tomar decisiones o plantearse otras alternativas.
En estas situaciones es cuando se hace preciso el apoyo de los profesionales del Trabajo Social, dado que, en múltiples ocasiones, la persona no es consciente de cuál ha sido el origen y desencadenante de la situación. Por lo que su forma de acceder al sistema público es a través de Atención Primaria de Servicios Sociales, para plantear la consecuencia del problema y no las causas del mismo.
Muchas veces la falta de habilidades y control de las emociones, ante problemas económicos y/o laborales derivan en problemas de salud que se instalan y se cronifican en el tiempo. Estas situaciones dificultan más si cabe, realizar una intervención social por parte de los/as Trabajadores/as Sociales que permita poder dotar al cliente y/o a la familia, de herramientas necesarias, para tomar conciencia de las causas de su estado de salud y no centrarse solo en la mera sintomatología.
De ahí la importancia de la figura del profesional del Trabajo Social, así como de la actuación a desarrollar tanto en la investigación y detección de los factores desencadenantes de la crisis, como en la intervención posterior.
Donde es preciso implicar a la persona desde el principio y hacerla protagonista de su propio proceso de cambio y favorecer la cobertura de necesidades básicas, como primer factor a abordar, para poder continuar con el resto de factores que permitan que la persona vaya superando de forma progresiva su situación.
ANA M. MONTERO HERREROS. Trabajadora Social. Ayuntamiento de Albacete de Valencia.