Y relacionado con las cualidades que debe disfrutar el empresario del futuro, según la acertada y brillante exposición de Humberto Figarola; antes tuvo la responsabilidad de dirigir grandes empresas.
Si analizamos la Historia del progreso humano debemos admitir que con sus problemas, desigualdades e injusticias, la Humanidad es hoy notablemente más próspera, sana, libre y pacífica que en cualquier tiempo pasado. Aunque también estaremos de acuerdo que en los últimos años quizá hayamos experimentado un cierto retroceso a nivel mundial.
La reciente automatización de los servicios esenciales (sociales, sanitarios, educativos…), digitalización, teletrabajo, ha tenido que implementarse de forma acelerada por la crisis pandémica, y ha dado como resultado que no todos los ciudadanos hayan podido adaptarse de igual forma, por lo que es de prever un incremento de las desigualdades determinado por el diferente acceso a estos avances tecnológicos.
El empresario de hoy debe compaginar conocimientos avanzados en su materia con una gran dosis de humanismo, dotes para resolver problemas, mente abierta, sensible al diferente, y como ha señalado Humberto, capacidad para comprender, adaptarse e incluso prever los rápidos cambios socioeconómicos, metodológicos y hasta filosóficos…, es decir, SABIDURIA. La inteligencia si no va acompañada de sabiduría puede llevar al fracaso.
¿Hemos superado la pandemia? Tengo mis dudas de que este bichito y sus variantes pueda ser controlado fácilmente en este mundo globalizado e interconectado. Sin olvidar que mientras cerca de 2.000 millones de ciudadanos de los países más pobres y desfavorecidos no sean vacunados actuarán como un reservorio, desde donde podrá rebrotar el virus en sucesivas oleadas. Por tanto, desde los países avanzados, UE, EE.UU, Canadá, Australia… desviemos vacunas hacia esos lugares, y no solo por ayudarlos, sino por puro egoísmo. Quizá no sea tan importante vacunar a los niños y dejar que éstos se inmunicen de forma natural, y generen su propia inmunidad celular (la mejor) al estar en contacto con el agente patógeno. Y en su lugar centrarse en los territorios más desfavorecidos. Desde otro punto de vista, tenemos la obligación de ayudarlos económica y tecnológicamente para que estén capacitados para elaborar sus propias vacunas.
Algo parecido sucede con la Madre Naturaleza, no nos confundamos, no se trata de que cuidemos la naturaleza (la naturaleza se cuida por sí sola). En sentido estricto, práctico o como se quiera ver, debemos cuidar el planeta por puro egoísmo. Algunos desean regresar al mundo que dejamos en 2019, yo no. Quizá sea imposible, tampoco me parece deseable.
Habíamos creído que la crisis sanitaria y económica facilitaría un cambio de paradigmas, de la forma de entender la vida y lo que verdaderamente era importante, sin embargo me temo que no va a ser así. No hemos aprendido lo suficiente.
Esta mañana despertaba llamando la atención de los empresarios de medianas y grandes entidades. En concreto los animaba a no dar marcha atrás al teletrabajo, una forma de operar que ha resultado muy útil y eficaz estos meses atrás. Algunos optimistas y con cierta visión creímos que había llegado para quedarse, pero no es así. En las últimas semanas estamos asistiendo a la sustitución del teletrabajo por el trabajo presencial. Me llevo las manos a la cabeza y pienso, ¿vamos a dar marcha atrás a este cambio en el mundo laboral que estaba funcionando y ha resultado eficaz? Humberto lo ha explicado muy bien, “algunos empresarios son reacios a aceptar los cambios cuando algo funciona”.
Creo que es bueno adelantarnos a que cualquier procedimiento o técnica empiece a fallar, debemos operar con una visión más amplia, y ser sensibles a que un gesto como éste puede contribuir de forma notable a luchar contra el cambio climático. Si queremos que nuestras acciones se noten y logremos revertir el cambio climático, los expertos han afirmado que “debemos duplicar los esfuerzos”.
Después de las crisis no siempre se sale fortalecido, y desde luego, rara vez de forma uniforme, más bien lo contrario. Podemos mencionar varios ejemplos donde el resultado de determinadas crisis o cambios se puso fin a etapas creativas muy brillantes y productivas para la sociedad.
No olvidemos que la extraordinaria creatividad y ansia de conocimiento de la Grecia Clásica surgió de la libertad que reinaba tres siglos antes de nuestra era (a.C), en la primera democracia de la Historia. Pues bien, tal fue el efecto del cristianismo sobre la civilización y cultura grecolatina (Hipatía de Alejandría es un ejemplo muy visible), o el efecto negativo que tuvo la expulsión de los musulmanes y judíos para el proyecto de España de los RR.CC (Reyes Católicos), aunque siglos atrás nos pudimos beneficiar de estos importantes colectivos. Por el contrario, un siglo después, la apertura de puertas a recién llegados de diferentes creencias religiosas estimuló el florecimiento intelectual y comercial de Holanda y Países Bajos durante el siglo XVII.
Otros ejemplos de interés, durante el siglo XX los gobiernos soviéticos fomentaron como pocos la innovación científica y tecnológica, pero siempre al servicio del omnipresente estado. Hasta el punto de no aceptar que el ciudadano tuviera acceso a los ordenadores en sus hogares, donde pudieran estar interconectados y ser conocedores de lo que afuera estaba sucediendo. El ciudadano soviético y otros, durante mucho tiempo no han podido beneficiarse de ese inmenso mundo de información (biblioteca virtual), al que no podían acceder fácilmente, amputando parcialmente su desarrollo personal.
Más recientemente, la crisis política y social surgida en nuestro país entre 1933 y 1936 concluyó, como es bastante admitido, con el aniquilamiento de uno de los periodos más ricos, creativos y extraordinarios de nuestra historia. Lo mismo que admitimos un Siglo de Oro español, es justo que el florecimiento cultural, artístico y científico que España vivió sea calificado como la Edad de Plata. No voy a entrar en consideraciones políticas en estos momentos, solo analizo un hecho, como las generaciones del 98, 14, 27 y también la menos importante del 36 (Rosales), poco más o menos desaparecieron de un plumazo, pero permanecen sus obras. Lo más granado de la sociedad, con alguna excepción, tuvo que emigrar en claro perjuicio del ciudadano español que desaprovechó sus magnos conocimientos y habilidades
¿A dónde quiero ir? Básicamente la conclusión es la siguiente, que de la misma forma que el H. sapiens se impuso a los neandertales (H. neandertalis) hace unos 20 a 25.000 años gracias a su capacidad de cohesión, y sentido de especie frente a otros homínidos presentes con los que convivió (al menos hasta 5 especies de homínidos en algún momento), es necesario que para superar los importantes retos que tenemos por delante actuemos de forma firme: fomentar la curiosidad en los niños, apoyar la ciencia e innovación (las ideas florecen mejor en las sociedades libres escasamente manipuladas y manipulables, gracias al conocimiento y a una información contrastada), pero salvar la libertad tiene su precio. Y ante todo, sobre la base de la colaboración y cohesión de una ciudadanía con la mente abierta, como apuntaba Humberto.
No debemos confundirnos, afirma el intelectual francés Bruno Latour: “No defendemos la Naturaleza, somos la naturaleza defendiéndose”. Me uno a esta aseveración tan brutal.
Jesús Romero Guillén