¿Motivación o hábitos?
Se habla mucho de motivación en estos tiempos. Parece como si fuera la llave maestra para todo; que si se consigue estar motivado, nada se pondrá por delante; que lo conseguiremos, que triunfaremos en nuestros propósitos sean estos cuales fueren.
Y ante estas aseveraciones, uno no puede menos que pensar que lo importante en la vida es estar motivado cada día, y que para ello solo será necesario entrenar la conducta hacia un estado positivo. Vamos, aquello de pensar que cuando una puerta se cierra, otra se abre; que cuando las cosas no resultan como se esperan, solo se tienen dos opciones que elegir: quedarte varado en lo que podría haber sido, o ver lo ocurrido como un aprendizaje y seguir adelante. Esto es, hay que dejar de ver la puerta cerrada y pensar en positivo.
Además, se trataría de tener paciencia, de recuperar la capacidad de saber esperar, de no forzar situaciones, de disfrutar el momento que se vive. Nunca es tarde para nada, no existen limitaciones, las únicas, las que están en nuestras cabezas. De modo que en vez de esperar que las cosas ocurran, lo que hay que hacer es actuar, no paralizarte, hacer cosas pequeñas cada día de modo que te acerquen a tus objetivos.
En definitiva, motivarse significa, fundamentalmente, ser positivo en los pensamientos, fuerte espiritualmente; ser consciente de que tú eres el único que puedes decidir y “fabricar” tu propia realidad.
Así es como suelen presentar las cosas todos esos gurús de la autoayuda dirigida a alcanzar el éxito y el triunfo; esas ambiciones que tanto se valoran en la sociedad actual.
Literatura engañosa e incluso destructiva, al excluir, como poco, a la mitad de la humanidad que, por sus condicionantes, no son así; esto es, que no son positivos por naturaleza, que los fracasos los hunden de forma demoledora, que son débiles o que quedan paralizados ante cualquier tragedia de su vida. Porque todos estos postulados de la motivación devienen inalcanzables para ellos.
Por eso, a mí, personalmente, no me gustan los discursos sobre motivación, mientras que me encanta oír hablar del valor de la fuerza de voluntad. Porque esa sí que es una actitud válida para todos, sean positivos o negativos, tristes o alegres, altruistas o no. La fuerza de voluntad es algo que, en potencia, tenemos todos, y que, además, se puede entrenar a través de los hábitos. En realidad, lo que suele faltar a los seres humanos no es motivación, sino fuerza de voluntad. Y como ya he dicho, ésta se acrecienta y refuerza con los hábitos, algo que resulta fácil de estimular. Porque los hábitos automatizan, y las cosas que se hacen de forma automática no necesitan de espíritu positivo ni motivación. Se hacen por eso mismo: porque son un hábito.
¿Y cómo se construyen los hábitos?
Pues, primero, intentando crear el nuevo hábito en exclusividad, de uno en uno cada vez. Iniciarlo y mantenerlo repetitivamente durante un periodo mínimo de treinta días ininterrumpidos. Y si se interrumpe la secuencia, vuelta a empezar desde cero. Esta es una táctica que no suele fallar. Cierto que constituye la fase de construcción del hábito, y esta se caracteriza por suponer bastante sacrificio a cambio de poco beneficio. Pero superado ese periodo de treinta días, la fase cambia suponiendo mucho beneficio y poco sacrificio.
Veamos un ejemplo de lo que escribo: imaginemos que deseamos bajar unos kilos de peso y mantenerlos permanentemente. Para ello nos motivamos al máximo, y comenzamos con sesiones deportivas, gimnasio y plan alimenticio ¿Cuánto suele durar esta motivación? ¿Cuántos llegan a alcanzar así sus objetivos? Pocos, verdad; y ello, porque lo que viene a fallar es la constancia que da la fuerza de voluntad.
Imaginemos ahora, en cambio, que nos proponemos crear nuevos hábitos que nos conduzcan en esa dirección: no comer azúcares, abandonar la costumbre del “picoteo”, o habituarnos a caminar un tiempo fijo diario. Hagámoslo durante treinta días; y se convertirán en hábitos automáticos que nos conducirán, quizá más lentamente, pero con mayor seguridad, a los objetivos perseguidos.
La adquisición de hábitos es un arma poderosísima capaz de incrementar nuestra fuerza de voluntad; de cambiarnos en poco tiempo de forma radical. Así que este es mi consejo: menos motivación y más fuerza de voluntad ¡Seguro que cambiaremos a mejor!
Mariano Velasco.