Desde hace unas cuantas semanas, un volcán no para de rugir, de echar humo y lava. Los medios de comunicación nos hacen llegar las noticias de esta catástrofe natural. Detrás de todo el “espectáculo” están vidas rotas, sueños apagados, propiedades y cultivos destrozados, pueblos que han visto apagar su vida en la isla de la Palma.
Los fenómenos naturales son inevitables, y aunque algunos son predecibles, todos son incontrolables, una vez que se producen sólo se pueden poner los medios para aminorar en lo posible las consecuencias y posteriormente solventar de una forma rápida y eficaz los daños ocasionados.
Hay otros fenómenos que no son ocasionados por la naturaleza, sino organizados por el ser humano que en la búsqueda del negocio empresarial no le importa destruir los sueños y las propiedades, no les importa ser volcanes sin humo, pero tan demoledores como estos. La diferencia es que son predecibles, evitables y controlables, pero para ello hace falta voluntad política y social de hacerlo. La parte social es la más fácil, dado que la ciudadanía sabe ver lo que realmente puede beneficiar o perjudicar a su entorno y a los suyos. Donde realmente está el problema es en los políticos, que están habituados a ponerse de perfil en temas comprometidos y lo más práctico desde su punto de vista es mirar hacia otro lado buscando excusas inexistentes.
Hay un volcán monstruoso, que no expulsa lava, ni humo, ni huele a azufre, pero que sí produce purines contaminantes y un olor pestilente, es la preocupante proliferación de proyectos de macrogranjas de todo tipo de especies, pero especialmente porcinas, con la presentación de instalaciones insostenibles, desde cualquier punto de vista, arrasando los municipios y las comarcas en las que se instalan. Al igual que la isla de La Palma lucha por sobrevivir, muchos pueblos de España, de esa “España vacía”, gritan por no verse envueltos en la lava “de mierda” que expulsan los promotores de estos proyectos que se aprovechan de la incompetencia e ignorancia de muchos políticos municipales, vendiéndoles estas instalaciones como la solución a los problemas de su pueblo, con una sustanciosa licencia de obras y el pago de un IBI nada despreciable. Por desgracia hay ciertos ediles, de todos los colores políticos, que conceden todo tipo de facilidades para estos proyectos, sin pensar en las terribles consecuencias para los campos, el medio ambiente, el entorno y las personas. Están ciegos ante un volcán que sin humo, ni lava está dispuesto a sepultar las ilusiones y sueños de personas que son engañadas con promesas que no existen.
Si a este volcán se le puede parar la actividad para que no destroce a estos pueblos, a la naturaleza que les rodea ¿Por qué no lo detienen? ¿Qué clases de personas tenemos frente a las instituciones que no les importan los pueblos, los sueños de sus vecinos? ¿Qué clase de ética y moral tienen esos políticos que prefieren que estalle el volcán “de la mierda” antes de ver a niños, jóvenes, adultos y ancianos vivir en un entorno saludable?
¿Qué clase de humanidad tienen para construir hoteles para cerdos, antes de hacer residencias para sus ancianos? Despreciables son los que destruyen la naturaleza, despreciables aquellos que abusando del poder son comidos por la suciedad de su interés y vanagloria. Como bien decía William Shakespeare en El Rey Lear: “Qué época tan terrible esta, en que unos idiotas gobiernan a unos ciegos”.
También el Papa Francisco, en su encíclica “Laudato si”, hace un llamamiento a toda la humanidad y especialmente a los que tienen en sus manos el gobierno de las naciones, ciudades y pueblos, que protejan y hagan un buen uso de los bienes de la madre tierra.
Dicho esto, soy de los que no pierden la esperanza de que los responsables políticos se den cuenta, gracias a la presión social sin duda, de la gravedad del problema y de la letal amenaza que supone para el mundo rural. Sería fundamental que afrontasen este asunto a nivel regional en las Cortes de Castilla-La Mancha, clarificando sus posturas y no saliendo por la tangente, que es lo habitual. Lo que no es bueno para Albacete no puede serlo para Cuenca, ni para el resto de la región. Hace falta coherencia, y que los partidos políticos defiendan lo mismo en cualquier lugar, que no cambien de opinión según venga el aire. Necesitamos que los partidos políticos se postulen claramente en contra de estos proyectos insostenibles, limitando la ganadería intensiva y fomentando la extensiva, por el bien de nuestro entorno y nuestra gente, evitando la erupción que este volcán que amenaza sin humo pero con una inmensa cantidad de purines pestilentes acabe con el futuro de nuestros pueblos y las ilusiones de quienes los habitamos.
José Ignacio Roldán