Hoy celebramos los 43 años del referéndum de nuestra Constitución, en el que millones de hombres y mujeres aprobaron nuestra norma fundamental democrática tras 40 años de dictadura.
Aquella generación de ciudadanos no sólo votó mayoritariamente a nuestra Constitución, sino que contribuyó a su desarrollo, procediendo a la tan necesaria modernización de nuestro país. Desde su promulgación, hemos implantado una educación para toda la población y no sólo para una minoría social, universalizado el Sistema Nacional de Salud que tan imprescindible y vital ha sido para la pandemia que todavía padecemos, y que luchó porque se reconociera el derecho a unas pensiones dignas después de una vida dedicada al trabajo.
La generación que votó nuestra Constitución hoy tiene más de 65 años, habiendo dado el relevo una generación que incorporó nuevos derechos ciudadanos a nuestra Carta Magna, como el derecho al matrimonio igualitario, consolidando la protección a la infancia y a los derechos de la mujer, protegiéndolas contra la violencia de género.
Bajo el paraguas de la Constitución del 78, España ingresó en la Unión Europea, al tiempo que forjaba una red de autovías y trenes de alta velocidad, ampliando las infraestructuras urbanas y modernizando nuestras infraestructuras.
La Constitución Española de 1978 puso en marcha una organización institucional y administrativa descentralizada, en la que el reparto de competencias entre el Estado, las comunidades autonómas y las entidades locales, diputaciones provinciales y ayuntamientos ha hecho realidad el acercamiento de nuestras administraciones a la ciudadanía.
Así que en este día no sólo celebro nuestra Constitución, sino que también quiero rendir tributo a la gran generación de españoles que la hizo posible con su voto y con su esfuerzo. Quiero, por tanto, recordar a nuestros mayores, a los que hemos perdido y también a los que han sufrido en los hospitales y que hoy constituyen nuestro mejor legado por su esfuerzo en la primera gran modernización de España.
También, bajo el paraguas de los instrumentos que nos otorga nuestra Constitución, la gestión realizada en los dos últimos años con ocasión de la brutal pandemia que todavía azota al mundo nos ha reafirmado en la vigencia de los valores colectivos reflejados en el articulado de nuestra Ley de Leyes, en la colaboración entre el Estado, las comunidades autónomas, las entidades locales y los colectivos sociales a través de la cogobernanza. Juntos, seguimos librando una batalla contra un virus frente al cual los servicios públicos asumen un significado muy especial. Hemos podido redescubrir la gran labor que realizan las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, el personal de las Fuerzas Armadas, así como de los servidores públicos en general, muy singularmente el de los profesionales de los servicios públicos de salud de todas las administraciones. Todos representan la concreción de derechos y valores reconocidos en nuestra Carta Magna.
El pacto constitucional se consiguió fruto del compromiso con la libertad de españolas y españoles que decidieron acabar con uno de los periodos más sombríos de nuestra historia.
Con la Constitución hemos derrotado el terrorismo, con la Constitución hemos superado las consecuencias de diversas crisis económicas, con la Constitución hemos avanzado en el estado autonómico a través de un reconocimiento territorial como fuente de riqueza y no de conflicto.
El mejor homenaje que hoy le podemos rendir a nuestra Constitución es respetar todo su contenido, y sobre todo, conocerla y difundirla, huyendo de ese afán de patrimonializar parte de su contenido, ensanchando lo que en esencia es un éxito colectivo.
Su mayor virtud radica en la paternidad compartida como instrumento de conquistas y denuncias, primando el acuerdo a la imposición y formando su resultado un todo. Así, cuando aceptamos la Constitución la aceptamos en su totalidad, con su necesaria pluralidad ideológica que le permite acoger diferentes sensibilidades.
Defender la Constitución también significa enriquecerla, a través del desarrollo legislativo necesario para actualizarla para hacer frente a las necesidades reales de nuestra población. Para ello resulta imprescindible dar una respuesta a los nuevos derechos y libertades de nuestra sociedad contemporánea, a la consolidación del Estado del Bienestar y a la resolución satisfactoria de nuestro modelo territorial, superado por el desarrollo del estado de las autonomías tras más de 40 años de vigencia.
Hoy, con nuestra Constitución europeísta del año 1978 hemos iniciado una nueva etapa histórica en España tras el zarpazo que ha representado la pandemia. Un nuevo proceso de modernización basado en la transición ecológica, la digitalización de nuestro sistema productivo y de nuestras administraciones. Una digitalización que afecta también a cada uno de los gestos cotidianos que nos acompañan en nuestra vida diaria, en la movilidad, el ocio o el turismo.
Una nueva etapa en la que la cohesión territorial y social serán las claves para el futuro de la población más joven de nuestra ciudadanía, y donde las políticas de igualdad entre mujeres y hombres estén en el corazón de todas las políticas.
La Constitución española del siglo XXI debe mantener una orientación integradora de todas las instituciones que forman el estado y que refleje la sociedad plural en la que convivimos en paz y libertad a través de la cooperación territorial, la lealtad institucional y un modelo de cogobernanza.
La Constitución debe acompañar y reflejar la España actual y avanzar en derechos, libertad e igualdad porque cuando no se avanza, se retrocede y nuestro país, ya decidió un 6 de diciembre de 1978 pasar esa página oscura de la historia.
Francisco Tierraseca Galdón. Delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha