Hace unos días vi en el atril del Congreso de los Diputados a un político que para mí ha desterrado a la vieja política del enfrentamiento y, para bien de todos, ha dado una auténtica lección de hombre/partido de Estado y de una nueva concepción política, donde el pueblo es lo más importante por encima de los réditos políticos. Ha dicho que vota a los españoles y “NO a SÁNCHEZ”. Mi más sincera enhorabuena para Edmundo Bal y su partido Cs, pues han sabido negociar y conseguir grandes logros para muchísimos españoles, uno de ellos desligar los ERTE del Estado de Alarma, y evitar lo que hubiera podido suponer un gravísimo descalabro para muchos de ellos si no se llega apoyar la prórroga de dicho Estado de Alarma.
Esto me ha hecho reflexionar sobre el momento actual de nuestra política. Me considero un hombre de izquierdas. No en vano provengo de una familia de clase obrera y humilde, cuyo fin siempre ha sido la búsqueda de la igualdad y el bienestar social de todos. Generalmente, cuando ha habido elecciones, he votado al Partido Socialista Obrero Español, aunque llevo unos cuantos años que he cambiado mi voto en función, sobre todo, de las circunstancias que en esos momentos se estaban produciendo y no de mi ideología. Así, llegué a votar al PP de María Dolores de Cospedal, en busca de un cambio como respuesta a los treinta años de gobierno regional del PSOE en Castilla-La Mancha cada vez más en decadencia, siendo éste uno de los mayores errores que he cometido y de los cuales he aprendido.
A nivel nacional, mi cambio de voto derivó hacia un nuevo partido como Cs, al que si bien su hundimiento o castigo se produjo por no apoyar a Sánchez en su momento para liderar un nuevo gobierno, después de tres votaciones generales en muy breve espacio de tiempo y un país a la deriva. Aunque entiendo perfectamente la decisión de Rivera de no querer apoyar a un PSOE cuyo líder ha demostrado lo que realmente es, y a las pruebas y hemeroteca me remito. En cuanto a nivel local, mi voto siempre ha ido en función de las personas, en su mayoría conocidas, que se han presentado y menos en los partidos en los que estaban inmersos.
Últimamente, siento tristeza viendo los acontecimientos que se están produciendo, donde los españoles volvemos a repetir fracasos anteriores y revivimos heridas ya cicatrizadas, sacando a relucir lo peor de nuestra esencia, una España dividida en dos y en continuo enfrentamiento de poder donde la razón y la inteligencia han perdido todo atisbo de liderazgo y, sin embargo, el odio y la ira aumentan su protagonismo.
En la política española actual y, por ende, en el pueblo español, estamos viendo que cuando las personas están muy ideologizadas y sus valores son opuestos o muy opuestos, parece que viven en universos totalmente paralelos, diferentes. Cuando la posición ideológica supera la objetividad del razonamiento y la realidad no se ajusta a sus esquemas, más estarán en contra de la evidencia discordante. De ello se deduce que todos aquellos con unos principios ideológicos fuertes e intensos suelen tener tendencia al aislamiento, ya que piensan que no existe nada bueno o mejor fuera de sus convicciones.
Olvidamos que la democracia es un conjunto de reglas que permiten el debate con un objetivo fundamental de conseguir una posición mutuamente compartida de las diferencias ideológicas de los individuos/partidos. Ello se podrá conseguir a través del diálogo racional. No obstante, también pueden existir desacuerdos ideológicos insuperables, lo que conlleva en una democracia a la votación mediante la regla de la mayoría. En consecuencia, a todos aquellos que de una u otra manera justifican los desacuerdos como ataques a sus ideales y llaman a los contrarios: fachas, comunistas, anarquistas, independentistas o, simplemente, rojos. Una de dos, o son antidemócratas o analfabetos.
He llegado a la conclusión de que los políticos son el fiel reflejo de la sociedad, de su pueblo. Vivimos en una sociedad cada vez más deshumanizada, donde verdaderamente prima el individualismo, la avaricia, codicia, envidia. Una sociedad donde se busca el bienestar propio por encima del colectivo. Pero, lo que es más grave, somos un país donde la educación y la cultura han sido consideradas siempre como de segundo nivel, lo cual ha desembocado en un pueblo de servidumbre y servilismo, carente de pensamiento propio, análisis y reflexión, es decir de inteligencia. Por ello, nuestros políticos actuales se caracterizan por ser simples, incapacitados e ineptos, pero con una poderosa arma que llevan por bandera para su beneficio propio: la mentira y el engaño.
Supongo, y tengo fe, que alguna solución habrá. La esperanza es lo último que se pierde, espero que podamos recuperar la razón y el buen juicio intentado buscar siempre la verdad, la libertad y la independencia, pues de ese modo contribuiremos a la existencia de una sociedad más reflexiva, pensativa y racional, siendo el verdadero espejo en el que se puedan mirar nuestros políticos.
En definitiva, como diría Pepe Mújica: “debemos vivir como predicamos y no predicar como vivimos”. En fin, cultivemos miradas puras y limpias, exentas de odio e ira, discutamos desde la razón y el respeto pensando en un único objetivo fundamental, el acuerdo que nos lleve a una vida plena y satisfactoria para todos en igualdad de condiciones donde prime la solidaridad, la libertad y la justicia, y dejémonos de ser intolerantes, odiarnos e insultarnos, pues al fin y al cabo todos tenemos la misma bandera: la vida.
José Gabriel Román Moreno. Trabajador Social