Bonito titular que esperamos la inmensa mayoría de los españoles pero que no verán nuestros ojos, porque el presidente es rehén de la cuota de Podemos en el Gobierno y no quiere enfrentarse a la vicepresidenta Díaz. Un ministro no puede poner en duda la calidad de la carne española y no asumir ninguna responsabilidad, aunque sea un irresponsable y reincidente en sus ataques a un sector estratégico para nuestro país como es el cárnico, además de dificultar la lucha contra la despoblación en el medio rural.
Y como Sánchez apenas sabe replicar que le gusta la carne española y que es muy buena, mientras Garzón se ratifica en lo dicho sin ser cesado, el culpable que no cómplice del daño causado a la marca España pasa a ser el presidente del Gobierno. Cuando los consumidores españoles soportamos subidas desorbitadas del precio de la factura eléctrica, y una cuesta de enero que se alargará todo el año para muchas familias, el todavía ministro de Consumo lanza un ataque sin precedentes a la carne española, calificándola de “carne de mala calidad” y de “animales maltratados”.
Y esto ocurre cuando no habíamos olvidado todavía la criticadísima campaña de “Menos carne, más vida”, que el propio Garzón perpetró recientemente. Críticas debidas, según el ministro de Sánchez, a que los hombres veían “afectada su masculinidad”, y lo hace ante la pasividad del presidente del Gobierno. No hizo nada entonces y no lo hace ahora porque lo consiente.
Cuando el IPC se dispara al 6,7%, el mayor de los últimos 30 años y la mayoría de los trabajadores y todos los pensionistas sufren una importante pérdida de poder adquisitivo, el ministro inútil de Consumo de Sánchez se empeña en traicionar a sectores abnegados, sacrificados y punteros en Europa como el agrícola, el ganadero y la industria agroalimentaria española del aceite, jamón y queso y otros productos básicos en la dieta mediterránea. Y lo hace con la implantación del etiquetado frontal francés, “Nutri-Score”. Y Sánchez lo consiente.
Cuando nos suben más de 100 productos de la cesta de la compra que hace imposible a muchas familias llegar a final de mes, el ministro de Consumo ataca al exquisito y creativo sector de fabricantes de dulces, amenazando con prohibir la publicidad. Y Sánchez calla, lo consiente y no hace nada.
Cuando los consumidores sufrimos una espectacular subida de los combustibles como la gasolina, diésel, gas o bombona de butano, y hay millones de consumidores que sufren pobreza energética, el ministro de Sánchez minusvaloró la gran cocina y cocineros españoles, editando un simplón “recetario de cocina”, copiando ridícula e innecesariamente al comunista Stalin que promociona productos importados, cuando nuestros cocineros y la cocina y dieta saludable mediterránea es puntera en el mundo. Y Sánchez una vez más lo consiente.
Cuando la inflación, el “impuesto de los pobres”, cabalga desbocada y deja a muchos ciudadanos atrás engrosando las intolerables colas del hambre, el ministro de Consumo escandaliza a padres, hijos y creativos fabricantes de juguetes y gasta 100.000 euros en una campaña ridícula que convocaba una “huelga de juguetes” y que involucra de forma irresponsable, sectaria e ideológica a los niños. Y Sánchez no hace nada y otra vez lo consiente.
Cuando sufrimos la mayor pandemia de la historia, el Covid-19, con miles de muertos, millones de enfermos y una crisis económica y social sin precedentes, el ministro de Sánchez se dedica a la defensa del “modelo de consumo cubano”, caracterizado por la miseria y cartilla de racionamiento; ataca al admirado y competitivo sector turístico español afirmando que es "estacional, precario y de bajo valor añadido"; culpabiliza al sector y publicidad del juego mientras su director general afirmaba que “no hay mucha ludopatía”; demoniza al azúcar con la campaña mendaz “El azúcar mata”; y para rematar sube al 21% el IVA de las bebidas azucaradas, poniendo en la picota a las bebidas energéticas. Y Sánchez ¿qué hace? Lo de siempre: lo consiente.
Cuando llevamos dos años teniendo que protegernos del virus con mascarillas obligatorias, el ministro de Consumo mantiene el IVA al 21% en las mascarillas higiénicas y FFP2 y también el impuesto de peluquerías, luz y otros productos esenciales, y Sánchez no hizo y no hace nada.
Cuando estuvimos confinados y con el temporal de Filomena y nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad el Estado nos protegían, el ministro de Sánchez las insultaba gravemente de forma injusta y mendaz afirmando que puede que “haya elementos reaccionarios dentro”, y desde su estatus de ministro atacó al jefe del Estado con total deslealtad y saltándose su promesa de “lealtad al rey”, acusándole de “maniobrar contra el Gobierno”. Y Sánchez a lo suyo: no hizo nada.
Cuando vivimos la sexta ola con la supercontagiosa variante ómicron con millones de contagiados, el ministro de Consumo critica sin argumentos ni datos sólidos el tradicional “roscón de reyes”, daña la competitividad de nuestro sector tecnológico obligándole a tener repuestos de componentes escasos, y perjudica al sector de las comunicaciones, apuntando al sector de atención al cliente. Y ahora, además se propone centralizar competencias de las comunidades autónomas, y Sánchez lo consiente.
La conclusión de todo lo anterior es que quien sobra es Sánchez, que tiene los días contados como presidente hasta que se convoquen las próximas elecciones, porque las urnas pondrán a Casado en Moncloa para que vuelva a poner a España en el rumbo correcto, que es el da la estabilidad, el crecimiento y la creación de empleo
Mientras, muchos sectores se preguntan “cuándo me tocara a mí” el palo tonto de Garzón. Mientras el peor ministro de Sánchez sigue inasequible al desaliento con su supuesta inocua estrategia de “ingeniería social”. El daño que está causando a la economía española y a la marca España es irreparable y lo hace con el apoyo, complacencia y condescendencia del presidente del Gobierno, de todos los ministros y de los presidentes autonómicos socialistas, que le critican de boquilla pero nada más.
Ya es un clamor popular la petición reiterada de Pablo Casado y de los populares de que se cese al ministro Garzón por inútil y dañino y que se suprima el Ministerio de Consumo por innecesario. Una ministra popular hacía con eficacia el trabajo de cuatro ministros comunistas de Sánchez.
La mayor parte de las competencias en materia de protección de los consumidores, seguridad alimentaria y gestión del juego están trasferidas a las comunidades autónomas y recogidas en sus respectivos estatutos de autonomía.
Esta falta de competencias del Ministerio de Consumo queda patente en que, del total de 458.969,57 millones de euros contemplados en conjunto en el Proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado para el año 2022, el Gobierno destina únicamente 65,76 millones a la Sección 31 relativa a Consumo, es decir, un exiguo 0,014%. Queda patente, en consecuencia, que la prioridad que el Ejecutivo da a la protección de los consumidores en los PGE de 2022 es residual y que su objetivo no va más allá del gesto de mantener un ministerio más por razones estrictamente políticas. Por lo tanto, el Ministerio y su titular son claramente parte del precio que pagamos los consumidores para que Sánchez siga una temporada más en Moncloa disfrutando de Falcon gratis total para todo.
Artículo de Carmen Riolobos. Portavoz de Consumo del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso.
Ha sido Presidenta de la Sociedad Española de Sanidad Ambiental. Jefe de Servicio del Centro Regional de Salud Ambiental y Jefe de Servicio de Salud Ambiental e Higiene de los Alimentos del Instituto de Ciencias de la Salud de Castilla-La Mancha.