Decía Garcilaso, ilustre toledano, en uno de sus sonetos que “de aquella vista buena y excelente salen espíritus vivos y encendidos”. Uno podría llenarse de osadía y aventurarse a decir que es casi un texto profético cuando conoce la historia del Centro Kumon Toledo Buenavista donde encontramos a alumnos y alumnas brillantes como Marisa, con un inmaculado diez en su expediente académico; como Álvaro, que en quinto de primaria concluía el programa de matemáticas colocándose ocho años por delante del nivel escolar correspondiente a su edad; o como Pablo, un chico con una determinación titánica que le llevó a ser el alumno Kumon más destacado de toda Europa.
Pero ese alarde por nuestra parte de convertir el verso de Garcilaso en premonitorio contrasta con la humildad de Julia Cabetas, directora del centro (en la imagen de arriba), que nos cuenta con auténtica veneración por todos y cada uno de sus alumnos, cómo son ellos y las más de 1.200 familias que han confiado en ella y su equipo, los que han llevado a este centro educativo a ser uno de los punteros de Europa. Y es que el Kumon Toledo Buenavista está a punto de cumplir 15 años, que se dicen pronto.
En noviembre de 2007, Julia y su equipo inauguraban el centro en la ronda de Buenavista. Por ubicarnos en el tiempo, recordaremos al lector que en aquella época se inauguraban las obras del Hospital Universitario de Toledo, el más grande de Europa. Por seguir con aquello de los paralelismos y las cosas del destino, el centro de Julia también ha llegado a ser uno de los centros punteros de una marca que cuenta con más de un millar centros repartidos por todo el continente, siendo la franquicia de educación líder en el mundo en número de alumnos.
“Por favor, no te olvides de nombrar a mi equipo”, nos dice Julia, refiriéndose a un equipo incansable de asistentes que la han estado acompañando en este increíble viaje. Y es que cuando uno entra al centro, a ver cómo trabajan y de qué forma se relacionan con los alumnos, es cuando percibimos que todos y cada uno de ellos están ahí por vocación. “Si no tienes pasión por lo que haces; si no lo sientes, lo respiras y lo vives, no aguantas todo lo que hemos pasado”, nos cuenta cuando le preguntamos cómo han vivido estos últimos dos años desde que empezamos a ver el mundo detrás de una mascarilla. El centro, como muchos otros negocios, se ha reinventado, optando por aplicar las nuevas tecnologías para que los alumnos siguieran su progreso de forma online cuando no quedaba otra alternativa para que su progreso no se viera afectado.
Pero Julia tampoco quiera ahondar mucho en lo negativo, sino que vuelve a contarnos historias de sus alumnos y de los padres. “Es un viaje que realizamos juntos, codo con codo”, nos cuenta con respecto a las familias,“y donde cada día volvemos a confirmar que los niños son un océano insondable de capacidad y minas ricas en gemas de valor inestimable”. Basta una simple búsqueda en Google para comprobar que el amor que ella procesa por sus alumnos es recíproco. Y cómo son las familias las que lo dejan patente a través de sus reseñas y opiniones, que un servidor ha leído sorprendido de nuevo por ver cómo son respondidas por parte de su equipo, una a una, con un cariño que deja ver que esto no es un simple negocio local o una academia sin más, sino una rara avis de dedicación y compromiso profesional, en un mundo cada vez más dado al servicio en cadena y despersonalizado.
Siempre es motivo de alegría celebrar este tipo de aniversarios y compartir los éxitos de nuestros conciudadanos, pero aún más cuando se trata de una iniciativa que ha dado tantas satisfacciones y que, aunque Julia, con la modestia que le caracteriza, no lo quiera reconocer, ha supuesto una importante contribución en la educación y formación de nuestras jóvenes promesas. Nos hablan de que se trata de inculcar en los alumnos el amor por el aprendizaje y en trasladarles las herramientas y la confianza necesaria para valerse por sí mismos. Es tremendamente inspirador, escucharla a ella y al resto de su equipo, cuando nos hablan de métodos de enseñanza y aprendizaje, de motivación, de superación, de estimulación pedagógica.
Le preguntamos por más anécdotas o por los momentos más especiales desde que empezaron. Se nota que le cuesta elegir simplemente uno. “Son varios. Es ver crecer a mis hijos, los logros del Centro y los reconocimientos a nuestra labor, los éxitos de mis alumnos, el cambio de local en 2010” cuando se trasladaron a uno más grande para poder dar un espacio adecuado a la demanda o “cuando uno de mis asistentes, hace unos meses, calculó el número de lápices que habían utilizado los alumnos en el centro”: unos 17.000. Tantos como sonrisas, momentos de esfuerzo, retos, lágrimas de padres orgullosos y, sobre todo, de momentos de aprendizaje que ha brindado el Centro Kumon Toledo Buenavista en estos quince años. ¡Y que cumplan muchos más!
Foad Izadi