Podemos en Cuenca hacer como que está vestido, pero el rey no va a dejar por ello de ir desnudo. Ocurre a veces, y ocurre cuando la realidad del poder y la autoridad se desconecta en sus intereses de los intereses generales, ocurre cuando el mantenimiento de un statu quo que beneficia a los menos se convierte en el mandato que se impone al resto.
Podemos hacer como que en Cuenca no pasa nada, de hecho lo hacemos, pero no por ello vestiremos la realidad de lujosos ropajes.
Quizá esa persona exista, pero yo no la conozco, no conozco a nadie que niegue o impugne la realidad de una ciudad/provincia en bancarrota, un lugar, un territorio, del que irse, o en el que permanecer en el plácido ocio del jubilado o la tranquilidad del futuro asegurado del funcionario.
Por ello son cada vez menos los conquenses que deciden su futuro laboral o empresarial en Cuenca, lo hacen a pesar de todo y sabiendo que aquí todo es más difícil, con la certeza de que el rey está desnudo.
Y mal vestido está el rey, por mucho que al cierre del tren lo llamen “Plan XCuenca”, y de poco sirven las llamadas a luchar contra la despoblación mientras la despoblación cabalga cual jinete del apocalipsis.
Puestos a mantener una ficción compartida, hasta podemos creer que Cuenca pertenece realmente a la Comunidad de Castilla-La Mancha. Sin duda que pertenece en derecho y según establecen las leyes, no así de hecho, o no en pie de igualdad.
Un árbol puede no dejarnos ver el bosque, pero también un solo ejemplar nos muestra como es el resto.
La convocatoria de subvenciones lo ha sido por importe de 1.000 millones de euros, es del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (el que nos quiere cerrar el tren), su objetivo, digitalizar y “descarbonizar” la movilidad urbana.
De los mil millones de euros para 170 localidades, 14 millones han correspondido a Castilla-La Mancha, entre otras localidades:
Albacete 5.000.000 €
Guadalajara 4.000.000 €
Ciudad Real 2.000.000 €
Talavera de la Reina 2.500.000 €
Cuenca 202.000 €
El árbol es de la especie llamada marginación, y la masa arbolada se conoce como decadencia.
Definitivamente, el rey está desnudo.
Jesús Neira
Este artículo ha sido publicado originalmente en La Opinión de Cuenca