Mientras culpabilizamos o exoneramos en redes a Will Smith del lamentable bofetón que le dio a Chris Rock durante la entrega de los Óscar, un padre ha propinado una brutal paliza a dos profesoras y a un educador social en la provincia de Toledo. No, no es igual un bofetón en una gala que una paliza a tres docentes, ni las consecuencias ni los motivos son los mismos, aunque en algo sí son iguales, el uso de la violencia dependiendo de los juicios de valor y autojustificaciones de cada uno. Por eso todo tipo de violencia, toda, debe ser condenada y condenable, para su erradicación, pero si es en un centro educativo, más aún.
Episodios como el protagonizado por el oscarizado actor, que podrá tener como dice Pablo Motos muy buen corazón, no digo que no, y que venía motivado por un chiste con muy mal gusto y educación, recriminable también a todas luces, no puede ser justificado ni moral ni socialmente. Todos nos equivoquemos, ciertamente, pero flaco favor hace dicho razonamiento pues justifica lo injustificable en aras de que nadie es perfecto y todos podemos actuar con violencia, con un bofetón o una paliza. Si fuera así, sería la ley de la selva, donde imperan más los instintos animales que los racionales, y donde la civilización sería imposible por negar la base de sí misma.
Piensen por un momento en estos tres docentes, no sólo en los golpes recibidos, en sus secuelas psicológicas, en cómo va a afectar a su trabajo diario, a sus familias. Piensen en la comunidad educativa, en los compañeros de profesión, en el resto de alumnos, en el resto de familias, incluso en la propia familia del agresor. Con este brutal acto, todos los docentes hemos sido agredidos, toda la comunidad educativa, todo el sistema educativo y toda la sociedad. No, no es igual un bofetón de Will Smith que golpear los cimientos de la sociedad y la educación, aunque la raíz más profunda es la misma. Por eso cada uno debe ser consecuente con sus actos pero en su justa medida, no únicamente como castigo y ejemplo propio, como único medio para erradicar la violencia en toda la sociedad.
Mi más sinceras condolencias y apoyo a los docentes agredidos y al centro educativo. Mis más sinceras condolencias a todos los docentes que seguimos padeciendo episodios tan salvajes como este, pero también a los que día a día sufren esa violencia mal llamada de baja intensidad, y no tan baja en demasiados casos, pero que no salen en los medios porque no llegan a palizas, se queda en insultos, vejaciones, daños materiales, empujones, etcétera. Aunque parece que las agresiones físicas, las más graves, han disminuido considerablemente, todavía queda mucho por hacer y por concienciar.
Muchos se rasgaron las vestiduras cuando defendimos y conseguimos en muchas comunidades desarrollar la Ley de Autoridad del Profesorado, que si policías, que si culpabilizar, pero a día de hoy, pocos, muy pocos, restan valor a una Ley que lo único que hace es velar por la seguridad de los profesionales de la educación y tratar al docente como lo que es, autoridad académica en el ejercicio de sus funciones, pero autoridad pública en caso de ser agredidos. Precisamente por eso, porque aunque todas las agresiones sean condenables y la violencia censurable por igual, no es lo mismo una bofetada en una gala a un particular que una paliza a tres docentes durante el ejercicio de sus funciones en un centro educativo. Pero la raíz es la misma y ahí es donde docentes, familias, instituciones y sociedad debemos trabajar unidos.
Satur Acosta. ANPE