El turismo urbano era una máquina en continuo crecimiento hasta su abrupta paralización, a principios de 2020, con la llegada de la covid-19. En ese momento las ciudades turísticas sufrían los impactos negativos de la masificación y proliferaban las situaciones de exceso de turismo. La pandemia sirvió para abandonar, al menos momentáneamente, el camino hacia lo insostenible.

El cierre pandémico

El coronavirus ha tenido un gran impacto en el turismo mundial. Dado que la movilidad fue una actividad crucial para la propagación del coronavirus, se vio muy restringida al desatarse la crisis sanitaria. Todavía hoy, en los viajes internacionales se siguen exigiendo requisitos como las pruebas de no contagio.

Antes de 2020 las ciudades patrimoniales sufrían una situación de sobreturismo que afectaba tanto a la satisfacción de los visitantes como a la calidad de vida de los residentes. Ciudades como Toledo, Barcelona, Venecia o Ámsterdam, entre muchas otras, vivían un conflicto entre su patrimonio y el turismo.

La parada forzada por la pandemia supuso una oportunidad única para plantear un modelo alternativo. Sin embargo, parece que se ha optado por la recuperación del negocio al nivel y estilo prepandémico. En este artículo exponemos brevemente nuestras propuestas para un modelo alternativo de turismo urbano.

Volver al negocio turístico

La recuperación de la crisis del turismo está siendo abordada sin tomar decisiones que lleven hacia un modelo de futuro sostenible. Por el contrario, se está tratando de lograr la recuperación de la situación anterior al tiempo que se proporciona un subsidio económico al sector.

En algunos casos se está aprovechando la parada para ampliar la capacidad a futuro. Atenas ha decidido aumentar el aforo de visitantes a la Acrópolis, su principal atractivo, ampliando su camino de acceso.

Cuando en 2021 se levantaron las medidas más restrictivas, los destinos turísticos hicieron un esfuerzo de adaptación a las nuevas normas sanitarias impuestas por la pandemia. Además, y sobre todo, se esforzaron en lanzar campañas de promoción para atraer visitantes. Para ello se usaron conceptos como cercanía, reapertura y seguridad. Lo han hecho regiones como Castilla-La Mancha (“Tus vacaciones nunca han estado tan cerca”) o Galicia (“Galicia vuelve”) y ciudades como Toledo (“Toledo abierto”) o Zamora (“Zamora, espacio vital”).

Finalmente, la realidad hoy, aún en pandemia, parece más dirigida a volver al sobreturismo cultural urbano.

Masificación turística en Santiago de Compostela durante la pandemia de la covid-19. Fotografías del autor

Un modelo alternativo

La pandemia supone una oportunidad para cambiar el turismo urbano, que necesita de una reforma drástica que lo encamine hacia la sostenibilidad. El objetivo debe ser poner fin al sobreturismo y sus impactos negativos.

La limitación del número de visitantes y una mejora en la calidad de la experiencia, mediante visitas guiadas, rutas turísticas, turismo experiencial y turismo virtualizado serían la base de este modelo.

Hay lugares donde ya se ha restringido el número de visitantes, como Machu Picchu y La Alhambra, en busca de una mejora de su sostenibilidad. Es una solución que puede ser exitosa si los pasos tomados para lograrlo son razonables, transparentes y justos.

Si ya existen límites de aforo en grandes eventos deportivos y musicales, también puede ser apropiado aplicarlos en los espacios patrimoniales de las ciudades.

Más calidad, menos cantidad

La estrategia óptima para un turismo sostenible es aumentar la calidad de la visita y reducir la cantidad de visitantes. Partiendo del ya mencionado límite de su número, se trataría de cumplir el deseo de los turistas de disfrutar del destino con poca masificación y con un turismo de excelencia. Para ello, cuatro ideas se entrelazarían: visitas guiadas, rutas turísticas, turismo experiencial y turismo virtual.

Guías y grupos turísticos en Santiago de Compostela (1) y Alicante (2) durante la pandemia. Fotografía del autor.

No obstante, su aplicación exige una nueva gobernanza para el turismo cultural urbano, que centralice la gestión y planificación turística. Se deben desarrollar políticas, procedimientos y pautas para monitorear, medir y controlar los impactos. También se debe establecer una regulación de los agentes turísticos privados. Es necesario un liderazgo político fuerte, unas normas claras y el apoyo de los residentes y visitantes.

El equilibrio entre la totalidad de los intereses que confluyen en el desarrollo turístico de un lugar se basa, necesariamente, en alcanzar un sistema eficiente de gobernanza.

¿Qué opción escogemos?

Este momento de bifurcación puede ser una oportunidad para afrontar el fenómeno de sobreturismo en las ciudades patrimoniales. Hay que proponer y tomar mejores decisiones para el futuro y evitar seguir cometiendo errores.

Es clave que las ciudades, sus ciudadanos y sus gestores, se replanteen el tipo de turismo cultural que desean para su futuro. Y que también los turistas piensen cómo quieren que sean sus visitas a las ciudades patrimoniales.

Apostemos por un futuro en el que las ciudades sean menos dependientes del turismo masivo. A cambio, habría beneficios para los residentes, que podrían recuperar su ciudad. Al mismo tiempo, los visitantes podrían disfrutar de un turismo cultural urbano de mayor calidad y no masificado. Y, además, podría ayudar al crecimiento y mejora del mercado laboral del sector.

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Profesor de Geografía Humana, Universidad de Castilla-La Mancha

Este artículo ha sido publicado originalmente en THE CONVERSATION