Debió doler aquel telediario de Antena 3 del mes de noviembre de 2021 en el que se plasmó de forma gráfica que Castilla-La Mancha lideraba, con dudoso honor, la lista de comunidades autónomas con mayor demora en atención sanitaria: 189 días de espera para una operación quirúrgica.
Terrible publicidad para García-Page, sabedor de que ese dato perjudica más que otros relativos a las cifras de deuda o a la nota del informe PISA. Podemos sospechar que ese mismo día Page ordenó enfurecido revisar las listas de espera a su consejero de sanidad Jesús Fernández. Por las buenas o por las malas.
Y así, como por arte de magia, un mes después, Fernández ofrecía una rueda de prensa destacando que “el Gobierno de Castilla-La Mancha consigue los mejores datos de lista de espera en una década” mientras presumía de haber reducido el tiempo de espera medio a 141 días al terminar el año.
¿Cómo logró Fernández ese hito histórico? No crea, querido lector, que de un mes para otro es factible inyectar tanto dinero y, por tanto, tanto personal sanitario al Sescam para operar a destajo en nuestros quirófanos. La “solución” se abordó por la misma vía que ha usado Yolanda Díaz para reducir la temporalidad laboral: mucho maquillaje estadístico para poca solución real.
Las tablas de información pública que ofrece el Sescam sirven como “prueba del algodón”. Se había publicado que en noviembre en Cuenca existían 176 pacientes con espera en el rango 150-180 días más 150 pacientes con espera mayor a 180 días; luego en diciembre se publicó que había 344 pacientes en el rango 150-180 días y ninguno con espera mayor a 180 días. ¡Habían fusionado a todos los pacientes en el mismo rango! Una sencilla operación de cirugía estética promovida por Page y Fernández.
A fecha de mayo de 2022 la célebre cifra sigue en descenso: 113 días de espera. No descorche el champán, querido lector, porque la realidad atiza al papel mojado y sería indecoroso por respeto a todos aquellos pacientes desesperados que reciben una cita cada cierto tiempo que anula la que ya tenían de forma previa. Es otro de los “trucos” patentados por Page y compañía: renovar citas y así solo se suma la espera de la cita más reciente. Y otro: meter citas en buzón para que no sean computables y, en consecuencia, no ensucien las estadísticas. Y uno último: cerrar consultas de especialistas sin previo aviso, lo que conlleva cerrar la agenda asociada, y de ese modo, como no hay dónde citar, no se cita y no se genera lista de espera. Gestionar, no sé, pero innovar para acicalar la realidad, matrícula de honor.
Por cierto, que en algunas especialidades se están derivando intervenciones a la sanidad privada para poder aliviar las listas de espera, como en traumatología, pero claro, se cuidan mucho de que no trascienda para no herir la sensibilidad de los puritanos de los servicios públicos-públicos. Spoiler: los puritanos son ellos mismos.
Mientras tanto, sobrevivimos a un gobierno autonómico que ofrece una asistencia sanitaria cada vez más precaria. Los pueblos reciben cada vez menos horas de atención, si se tiene la suerte de que no se suprima una consulta que antaño resultaba sagrada. Y, sobre todo, resulta complicado contratar y retener a profesionales en provincias como Cuenca, lo que redunda en una rotación fugaz que dificulta el buen funcionamiento de la sanidad: ni nuestro mundo rural ni nuestro hospital resultan atractivos para los médicos y el resto del personal sanitario. Habrá que estudiar los motivos porque el panorama se presenta más bien gris oscuro si no se ofrecen alicientes a corto plazo para fortalecer el sistema sanitario. Incluso Yolanda Díaz podría escandalizarse por los datos de temporalidad, por empezar por algún rincón.
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Cayetano J. Solana
Este artículo ha sido publicado originalmente en La Opinión de Cuenca