El fenómeno de los atracones de series llegó con la expansión de Netflix que, desde un principio, apostó por ofrecer todos los capítulos de una temporada en el día del estreno.

Estos atracones audiovisuales (denominados en inglés binge watching) no solo se han normalizado entre los espectadores sino que se ha demostrado que es una práctica gratificadora, “relajante y hedonista” según una investigación de la Universidad de Oregón.

Frente a esta política de estrenos completos de Netflix, otras plataformas de vídeo como HBO y Disney+ han sido más conservadoras al apostar por subir capítulos con una regularidad semanal. Con esto se consiguen varios objetivos: el primero y más importante, retienen a los suscriptores que se han dado de alta por esa serie y se intenta que se enamoren del resto de contenidos. En segundo lugar, la audiencia social (la conversación en Internet) se genera capítulo por capítulo, dando más vida a la repercusión de ese contenido.

La crisis de Netflix

Pero el contexto ha cambiado. Aunque Netflix sigue siendo la plataforma con mayor catálogo propio (la mitad de su oferta en Estados Unidos son Netflix Originals), ahora se enfrenta a una caída de suscriptores que debe frenar a toda costa para evitar su hundimiento en la Bolsa.

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El primer trimestre de 2022 perdió 200 000 suscriptores y las previsiones no muestran una mejoría. De hecho, un informe adelanta que la mayor sangría vendrá de los suscriptores que llevan más de tres años en la plataforma.

Objetivo: mantener suscriptores

La solución a medio plazo para evitar la pérdida de suscriptores pasa por incluir publicidad y abaratar los precios, además de buscar una salida al problema de las contraseñas compartidas.

Sin embargo, la plataforma ya ha implementado otra estrategia que va contra sus principios iniciales: la apuesta por el binge watching ya no es plena. Los contenidos Netflix Originals que aseguran suscripciones y récords de consumo se están estrenando en partes (o volúmenes). Ya ha sucedido con grandes éxitos como Ozark o La Casa de Papel.

Y ahora nos lo encontramos con la serie que ha roto todos los registros de Netflix en su historia: Stranger Things obtuvo 287 millones de horas visualizadas en solo una semana.

Cartel de la cuarta temporada de Stranger Things. Netflix

La cuarta temporada de Stranger Things se estrena en dos partes: el 27 de mayo la primera, de siete capítulos, y el 1 de julio, la segunda, con dos capítulos finales. Shawn Levy, productor ejecutivo de la serie, le explicó al Hollywood Reporter que la razón de la separación en dos volúmenes se debe a motivos de producción: “Estamos felices de haber podido ofrecerle al público una gran parte de la historia. Y eso también nos da tiempo para finalizar los dos últimos episodios con mucha fuerza”.

Pero Netflix podría haber esperado a estrenar todos los episodios el 1 de julio. Y no lo ha hecho. Porque esta decisión solo le trae cosas positivas: estrena su producto estrella antes de las vacaciones de verano y retiene a suscriptores de un mes a otro para que puedan ver el gran final. El criterio de dosificar los visionados para amarrar suscriptores no es nada nuevo y ha llegado para quedarse. Parece que el binge watching tiene las horas contadas y que las plataformas empiezan a “copiar” a las televisiones tradicionales con dosis audiovisuales ofrecidas según convenga a la estrategia de la plataforma o la productora.

El propio Stephen King está encantado con la última temporada de Stranger Things pero indignado con la separación por volúmenes: “¿Está la temporada completa o es otra de esas series divididas en dos partes? En mi humilde opinión es un poco absurdo”. El equipo de guionistas de la serie respondió al “Tío Steve” que los episodios 8 y 9 no están acabados.

En todo caso, el sector audiovisual se enfrenta a una etapa cambiante donde no existen convenciones o reglas permanentes en el mercado. Netflix sigue siendo el rey, pero los mercados empiezan a dudar sobre su trono y sobre la viabilidad de que existan tantas plataformas. ¿Estamos ante una burbuja audiovisual global?

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Director del Grado en Comunicación Audiovisual y Nuevos Medios, Universidad Camilo José Cela

Este artículo ha sido publicado originalmente en THE CONVERSATION